Paysandú, Sábado 03 de Noviembre de 2012
Opinion | 31 Oct La verdad que fuerte y destructor como es, el pobre Sandy tuvo que irse a Estados Unidos para tener un poco de fama. Es que parece que nadie se acuerda que pasó antes por el Caribe y por la ya golpeada Haití, donde ha dejado una nueva crisis alimentaria. Todos los focos están puestos en las inundaciones de Nueva York y otros Estados del noreste estadounidense y los medios de comunicación de Estados Unidos y de muchas otras partes del mundo, despliegan gran cantidad de información tanto en sus ediciones corrientes como en sus páginas web.
Sandy era un huracán de categoría 1 y bajó a tormenta tropical apenas llegar a Atlantic City, la ciudad del juego y la diversión, pero lejos del desierto de Nevada. Hasta ahora cobró la vida de alrededor de 40 personas, causa daños económicos aun imposibles de calcular, canceló desfiles y celebraciones de Halloween y exaspera a los candidatos presidenciales con su lento movimiento sobre el gran país del norte.
Es que el próximo martes, el supermartes, mal que le pese a la supertormenta y al mismísimo Superman si se atreve, Estados Unidos elige presidente. Y Sandy ha cambiado los planes de cierre de campaña tanto del actual presidente y candidato a la reelección, Barack Obama, como de su republicano contrincante, Mitt Romney. Sandy humedeció las intenciones de embestida final para captar a los indecisos y sin energía eléctrica no hay televisiones ni anuncios de última hora.
El “Yes we can” prometido por Obama se sacude ante las ráfagas de viento de Sandy, que aun así está lejos del Katrina, pero peor le va a Romney, que en su campaña electoral propuso reducir, incluso privatizar, los fondos de la Agencia Federal para Emergencias.
Como en cada oportunidad en que se mezclan política y dolor humano, Sandy da oportunidad a toda clase de demagogia. Obama canceló sus actividades proselitistas, consciente de que era mucho mejor defender su candidatura desde la Oficina Oval, porque si gestiona bien la ayuda y la emergencia, tiene muchas chances de obtener un boleto para otros cuatro años.
Como sea, una supertormenta llegó por fama a Estados Unidos y puso en jaque al sistema de emergencias, a cientos de miles de personas directamente afectadas, y a la propia campaña presidencial. Que pone como gran argumento final a uno que hasta ahora era secundario, porque la población solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, por lo que parecía sencillo eliminar servicios públicos cuando no parecen necesarios, como la atención de emergencia. Una tragedia natural, como antes lo hizo Katrina, demuestra hasta qué punto es un error dejar de prever y de destinar fondos para cuando nada queda.
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