Paysandú, Domingo 04 de Noviembre de 2012
Opinion | 01 Nov Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre el estado de la educación en nuestro país, formula una evaluación que no puede sorprender a esta altura, pero que sí es pertinente destacar por tratarse de un organismo internacional especializado, en una problemática que nos atañe a todos los uruguayos.
El “Observatorio de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia en el Uruguay” 2012 señala “escasos avances en los logros educativos” del país, y a modo de ejemplo indica que las tasas de egreso de la educación media “se han mantenido prácticamente incambiadas durante los últimos veinte años”, en tanto que respecto a la educación primaria el informe destaca que se han logrado reducir de manera significativa el nivel de repetición en los últimos años, que han pasado de 32.000 en 2002 a 17.000 en 2011.
Advierte igualmente que “la repetición por entorno socioeconómico continúa siendo un problema para el sistema. La repetición de las escuelas del quintil más pobre de la sociedad es seis veces mayor que en la mejor posicionadas”, y además indica que al egresar de Primaria uno de cada tres niños presenta al menos un año de extraedad debido a la repetición, y uno de cada diez egresa con dos o más años de repetición, en tanto en los sectores más vulnerables de la sociedad esta cifra se dispara a casi la mitad de los alumnos.
Pero claro, muchas veces las cifras dicen una cosa pero la realidad es muy distinta en cuanto al grado de aprendizaje y formación al que se llega, más allá de los números, al bajarse las exigencias para facilitar los egresos y maquillar las estadísticas.
Esto lo señala la propia Unicef, cuando al advertir sobre los resultados académicos considera que la información analizada sobre el aprendizaje de los niños al egreso de educación primaria permite detectar que “una cantidad considerable presenta restricciones en la adquisición de conocimientos y no domina las herramientas básicas necesarias para la sociedad actual”.
El panorama es poco auspicioso también en Secundaria, si se tiene en cuenta que de acuerdo al informe tres de cada diez adolescentes no logran culminar la educación media básica y seis de cada diez no logran finalizar la educación media superior, lo que son cifras realmente alarmantes –aunque no pueden sorprender, naturalmente-- si se tiene en cuenta además que quienes más desertan son los jóvenes provenientes de los hogares de menores recursos, y que de esta forma contarán con menos herramientas para capacitarse y abrirse paso en la vida.
Lamentablemente, las cifras de este organismo, aún parcialmente consideradas, confirman lo que todo ciudadano más o menos informado advierte, que refiere al descaecimiento de la calidad de la enseñanza, que se ha pretendido disimular en cuanto a la cantidad con menores exigencias para los egresos y el pase de año, lo que es solo un nivel más en hacerse trampas al solitario, porque tarde o temprano el joven egresado de este sistema tan benevolente deberá enfrentarse a una realidad que no tendrá los mismos miramientos al momento de juzgar conocimientos, capacidad de raciocinio y preparación.
Ocurre que por motivos ideológicos y respondiendo a los planteos de los gremios de la enseñanza, el gobierno ha pretendido mejorar la enseñanza solo asignando mayores recursos presupuestales, gastando dinero sin condicionar las partidas a una evaluación de resultados, y las consecuencias están a la vista, aunque en realidad todos sabemos que son mucho peores que esta evaluación del organismo internacional.
Durante el gobierno de Tabaré Vázquez se aprobó una Ley de Educación que no ha aportado nada positivo a este escenario y en cambio solo ha otorgado más poder a los gremios en los órganos de conducción, sin apuntar a los verdaderos destinatarios del sistema, que son los alumnos.
No puede extrañar que los gremios, que en esencia solo defienden sus salarios y condiciones de trabajo, rechacen enfáticamente ser evaluados en la forma que sea, y a la vez solo sigan reclamando aún más recursos.
Y como todos sabemos, en todo programa se debe trabajar contra resultados, con ensayo y error, para lo que se necesita una evaluación permanente a efectos de corregir problemas y empezar a hacer algo más o menos criterioso, estableciendo comparaciones y contrastando propuestas, en lugar de la improvisación eterna y de ponerse por encima del bien y del mal, pretendiendo cargar siempre la culpa a los otros.
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