Paysandú, Jueves 08 de Noviembre de 2012
Opinion | 04 Nov Los encuentros de las gremiales del agro, además de su fin específico de considerar la problemática común de los productores, del rubro que sea, son un ámbito adecuado como instrumento evaluador de la realidad de la sangre vital del país, que es esencialmente de raíz agropecuaria, y constituye un exportador de materias primas crudas o semiterminadas, en el mejor de los casos con algo de valor agregado.
En este contexto, el sector lechero aparece como una excepción, por cuanto se trata de un área de trabajo tradicional, que ha vivido una expansión muy significativa en las últimas décadas, y que además tiene un gran potencial para desarrollarse, teniendo en cuenta las características de nuestro suelo y clima, así como la tradición de avance tecnológico y de mejora de la genética que han acompañado su actividad.
Debe tenerse presente que a partir de la producción de leche, se han ido instalando plantas procesadoras que permiten la obtención de quesos, manteca, dulce de leche, leche en polvo, yogures, entre otros derivados, que se comercializan en el mercado interno pero con un importante volumen que cuenta con muy buena demanda en el exterior, con una favorable ecuación calidad-costo, pese a que se han incrementado sustancialmente los costos internos por el tipo de cambio deprimido y la inflación que ha hecho trepar el costo de los insumos en los últimos años.
Recientemente realizó su asamblea anual la Asociación de Productores de Leche de Parada Esperanza en el predio de la Asociación Rural Exposición Feria de Paysandú, instancia en la que se consideraron balances y memoria, pero a la vez se trataron inquietudes del sector en cuanto a su actividad y perspectivas, teniendo en cuenta la edad promedio de los productores y el hecho de que las nuevas generaciones parecen no encontrar atractiva esta actividad y tienden a buscar nuevos horizontes.
No es un aspecto menor que entre los 38 productores integrados a la Asociación de Productores de Leche de Parada Esperanza la edad promedio sea de 58 años, pero menos aún lo es que de los 120 productores que integraban hace un tiempo la gremial, solo quede menos de una tercera parte, y que la perspectiva sea de que sigan perdiéndose asociados con el paso de los años, por más buenos que sean los números de esta explotación.
Precisamente existe preocupación por el déficit en el recambio generacional, lo que indica que los propios hijos de los productores no muestran mayor interés por seguir la tradición productora de sus padres, y no encuentren interesante mantenerse en esta explotación, cuando naturalmente cuentan con todos los elementos para hacerlo, incluso el know how que seguramente muchos han aprendido de su diario contacto y participación en la explotación familiar.
No se trata igualmente del único aspecto que explica esta deserción, sino que los tiempos han cambiado, y cada vez resulta menos común encontrar emprendimientos familiares, para dar paso a la incorporación de establecimientos de mayor volumen de producción, con mejores tecnologías y menos artesanales, aunque sin descuidar la calidad y menos aún la capacidad de competir.
Naturalmente, cuando un negocio es brillante, no hace falta ningún disparador especial para atraer cultores, pero en el campo todo dista de ser un negocio brillante, pese al buen momento en general, y la lechería no es una excepción, porque demanda mucho trabajo, inversión y el margen de rentabilidad, con ser positivo en esta coyuntura, no es un elemento que ponga al productor a cubierto de sorpresas y lo deje ajeno a los avatares de todo emprendimiento de riesgo.
Por lo tanto, es un llamado de atención a tener en cuenta la inquietud de los productores lecheros de Esperanza, donde además se está abordando con muy buenas perspectivas la experiencia de la instalación de biodigestores, para aprovechar los efluentes de los tambos en la producción de energía para el propio funcionamiento de los emprendimientos productivos, lo que indica que hay interés en avanzar en tecnología y en la medida de lo posible reinvertir para mejorar el perfil de las explotaciones.
Pero como bien ha señalado el presidente de la gremial, Roberto Ceriani, se mantiene la brecha en la calidad de vida en el campo respecto a la oferta urbana, y en el caso de la lechería la rentabilidad de los establecimientos medianos y chicos no permite avanzar significativamente para acortar las diferencias en ese debe que desestimula a los jóvenes para permanecer en el ámbito de origen, por lo que es preciso buscar alternativas que tiendan a revertir este escenario, las que deben partir de áreas como el propio ámbito familiar pero también de la búsqueda de una mejor integración en la comunidad, contar con mejores servicios e interacción en el tejido socioeconómico rural, entre otras respuestas posibles.
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