Paysandú, Sábado 10 de Noviembre de 2012
Opinion | 03 Nov Aunque algunos analistas del escenario económico indican que todavía “vuela” la economía en Uruguay, en ancas de una coyuntura internacional favorable, hay también coincidencias en que se ha registrado en los últimos meses un enlentecimiento del crecimiento.
Pues lamentablemente, en Paysandú no “vuelan” ni los pájaros y mucho menos la economía, porque no hace falta ser muy buen observador para colegir que el movimiento comercial local, verdadero termómetro de la marcha de la economía departamental, se reduce en el mejor de los casos a la primera semana del mes, con los cobros de salarios y pasividades, y que en el resto del mes el movimiento va languideciendo hasta llegar a ser casi nulo.
Sobre las causas para este escenario tampoco puede haber muchas dudas, desde que mientras el comercio local va perdiendo pie a medida que avanza el mes, son interminables las colas y el desfile de vehículos sanduceros hacia Colón, como protagonistas del “contrabando hormiga” pero también del gasto loco en bienes que muchas veces no son de primera necesidad y por personas que no son precisamente de las más necesitadas.
Es cierto, cada uno es dueño de buscar su economía donde le parece, pero cuando las cosas se tensan hasta llegar a este extremo, en que se pone en riesgo la supervivencia de numerosas empresas y de los trabajadores que de ellas dependen, nos encontramos con que en realidad esta búsqueda de la economía de cada uno es un verdadero suicido para Paysandú, porque lejos de solucionar los problemas nos estamos haciendo trampas al solitario.
Tampoco puede engañarse a nadie proclamando que de esto se trata la integración, sino que ésta debería ser un camino de ida y vuelta, de complementación comercial, industrial, cultural, deportiva, y no un supermercado abierto las 24 horas para que muchos de los que vivimos de este lado corramos a gastar en la vecina orilla el dinero que se genera acá, y que así no se recicla en nuestro medio. Pero en todos los casos, se está tensando la soga alrededor del cuello de muchos empresarios sanduceros, y es hora de que tomemos conciencia que cuando las empresas asfixiadas comienzan a despedir gente o directamente a cerrar sus puertas, lo que más temprano que tarde sucede es que no hay más plata para gastar ni allá, ni acá. Cuando menos es así para quienes se quedan sin trabajo.
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