Paysandú, Domingo 18 de Noviembre de 2012
Opinion | 12 Nov En las últimas horas se generó una nueva instancia negativa en cuanto a la búsqueda de acuerdos entre el gobierno y la oposición respecto a la educación y la Mesa Política del Frente Amplio resolvió cerrar la negociación con los partidos tradicionales por la creación del Instituto Terciario Superior –conocido como universidad tecnológica– ante la imposibilidad de acordar en determinados puntos.
Otra iniciativa trancada es la ley para crear un nuevo organismo de formación docente pensado para dar rango universitario a la capacitación de los educadores, que aún no comenzó a tratarse en profundidad y se prevé su aprobación recién para 2014.
Ocurre que el punto central de la caída del acuerdo para la universidad tecnológica en el Interior refiere al cogobierno, desde que el Frente Amplio no está dispuesto a votar una ley que no lo contemple, y la oposición se niega a aceptarlo, por lo que de esta forma se anula la posibilidad de crear ese instituto terciario, ya que para hacerlo se necesitan dos tercios de los votos de cada cámara.
En el ámbito del gobierno se considera que, habiendo llegado a este punto, se impone buscar otros mecanismos para llevar la enseñanza terciaria tecnológica al Interior, tras haber decidido el oficialismo dejar sin efecto las negociaciones.
Lamentablemente este fracaso en cuanto al entendimiento político entre gobierno y oposición se centra en un aspecto si se quiere secundario respecto a los objetivos loables de promover la enseñanza tecnológica de nivel terciario en el Interior, desde que el punto de controversia es la pretensión de dar a esta nueva universidad una forma de gobierno similar a la de la Universidad de la República, como si ello fuera el desideratum, en lugar de la búsqueda de la excelencia técnica de la nueva universidad y la forma de apoyo a la capacitación de miles y miles de jóvenes del Interior.
Y por cierto que no puede subyugar a nadie que observe más o menos de cerca la realidad del país el incorporar la figura del cogobierno a una universidad tecnológica, desde que ya sabemos lo que ha ocurrido durante décadas con la Universidad de la República, con una forma de gestión que ha hecho hincapié en la autonomía como si se tratara de un país aparte, además de un alto grado de elitismo, centralismo y de prescindencia respecto a las necesidades del país.
La autonomía, lejos de ser un bien preciado, ha sido un obstáculo para este acomodamiento de la enseñanza terciaria y es parte del anquilosamiento de la educación universitaria en Uruguay, por lo que flaco favor se le haría de entrada a la Universidad Tecnológica, al Interior y al país si se promueve esta cogestión, que significa la preeminencia de las corporaciones, de los grupos académicos y políticos que tienen como un coto de caza a la enseñanza terciaria.
Debe tenerse presente, además, que la educación superior en Uruguay tiene fuertes desigualdades sociales y regionales, y de acuerdo a lo señalado en su columna en La República por Claudio Rama, economista de la Udelar, doctor en Educación (Unesr) y doctor en Derecho (UBA), al 2010 solo el 9,2 por ciento de la población de 25 años o más tenía educación terciaria completa. Además se trata de una realidad sesgada socialmente, ya que mientras solo el 1,4 por ciento de familias proviene del estrato de menores ingresos, el 50,3 por ciento proviene de las franjas de mayores ingresos. Esto se da de bruces con el eslógan --repetido urbi et orbe-- de que la Universidad gratuita para todos promueve la igualdad, cuando lo que se ha hecho es que toda la población pague de su bolsillo los estudios gratuitos de quienes tienen dinero para costearse una carrera universitaria.
No puede extrañar, por lo tanto, que los grupos académicos y sectores políticos radicales que hacen caudal del cogobierno como una forma ideal de regulación y la gratuidad como la esencia de la igualdad --ambos aspectos terminantemente desmentidos por la realidad-- pongan énfasis en que la Universidad Tecnológica se rija por la misma forma de gobierno, de forma de seguir funcionando en base a eslóganes y mecanismos que restan mucho más que lo que en teoría pretenden aportar.
No es por lo tanto una buena noticia que se haya quebrado el diálogo por la Universidad Tecnológica, y mucho menos aún que la causa haya sido la forma de regulación, como si esto hiciera a los objetivos que se buscan a través de la capacitación de nivel terciario a los jóvenes de Interior, donde se necesita desarrollo y profesionales capacitados sin injerencia de intereses políticos y visiones ideológicas que tanto mal le han hecho al país.
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