Paysandú, Lunes 19 de Noviembre de 2012
Opinion | 19 Nov El reciente caso de un abusador de menores que ultrajó a niños pequeños aquí mismo en Paysandú y otro aun más reciente de una mujer de 37 años que en Montevideo permitía que su hija de 7 años fuera abusada por un hombre de 50 años, conmueve a la sociedad uruguaya.
Ya sufrimos demasiados abusos en esta sociedad donde la propiedad no tiene valor ni es protegida por el sistema público; donde los arrebatos están a la orden del día; los robos de motos se multiplican sin que nadie se inmute y la violencia intrafamiliar es cada vez mayor. Pero todo eso es nada cuando se meten con nuestros niños.
No hay dudas que esas personas sin escrúpulos que abusan o permiten que se abuse de niños no merecen otra cosa que el total repudio de la sociedad y todo el peso de la justicia. Pero para combatir el abuso sexual infantil hay que hacer mucho más, y eso parte en primer lugar de los propios padres.
No hay dudas que los progenitores --la inmensa mayoría-- está siempre pendiente de sus pequeños hijos, pero en verdad ningún cuidado es suficiente, como lo destaca la organización estadounidense “Darkness to light”, dedicada a la prevención y a la formación en abuso sexual infantil. Es que el mayor riesgo para los niños no proviene de personas desconocidas, sino de sus propios familiares y amigos.
Para proteger a nuestros hijos, lo mejor es hablar abiertamente del tema y comprender que el abusador suele manipular, amenazar y avergonzar al niño, le acusa de haber permitido que ocurriera el abuso o diciéndole que sus padres se enfadarán al enterarse.
Hay que inculcarle a los niños sobre su cuerpo, de cómo cuidarlo, defenderlo; su cuerpo es su territorio y nadie lo toca sin su permiso, debe ser un lema para los niños y las niñas. Y cuando se los anota en actividades educativas o deportivas, los adultos responsables deben extremar los cuidados, aprender a prevenir, identificar situaciones de peligro y a reaccionar frente a un posible abuso sexual a menores.
En ciudades relativamente pequeñas como Paysandú, aun persiste la percepción de que todos somos vecinos, que nos conocemos todos y por tanto --a veces-- bajamos la guardia en lo que refiere a cuidar a nuestros pequeños.
Pero eso no es cierto. No hay comunidad demasiado pequeña para que estos hechos aberrantes ocurran y golpeen a todos. La justicia ha actuado en los casos puntuales que son hoy noticia, pero el cuidado de los pequeños empieza por casa. Son nuestros niños. Y hay que escucharlos siempre, sin dudar de su palabra y creyendo en lo que dicen. Su voz ayudará a prevenir. Y esa es la clave.
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