Paysandú, Martes 20 de Noviembre de 2012

Mejor con las barbas en remojo

Opinion | 19 Nov El miércoles fue otra jornada de manifestaciones y huelgas en varios países europeos, donde la crisis nos hace recordar otras coyunturas en América Latina, con la salvedad de que hay grandes diferencias entre el grado de una crisis en el Primer Mundo y la del mundo subdesarrollado, por cierto.
En varias capitales europeas, principalmente en España y Portugal, multitudes salieron a la calle a protestar contra los ajustes económicos en una jornada en la que hubo detenidos y heridos.
Las mayores marchas tuvieron lugar en ciudades de España, donde los dirigentes sindicales consideraron que hubo una gran repuesta a la convocatoria de paro general contra el gobierno de Mariano Rajoy y los ajustes por medidas de austeridad,
España ha llegado a un desempleo del 25 por ciento y los sindicatos insisten en que debería convocarse a un referéndum sobre las políticas de recortes, que han incluido drásticas reducciones del gasto público en áreas como la salud y la educación, así como fuertes subidas de impuestos.
Por su lado el ministro de Economía Luis de Guindos, dijo que el paro “no es el camino para reducir la incertidumbre que nos afecta”, lo que es muy cierto, porque cuando reina la confusión y la insatisfacción se acentúa el caos y la desconfianza de los agentes económicos, que necesitan un clima propicio para sus actualmente menguados negocios.
La onda expansiva de la protesta llegó a Portugal, Italia, Grecia, Alemania, Irlanda y Bélgica, con la consigna de “Por el Trabajo y la solidaridad en Europa, No a la austeridad”. Es decir que ante el descontrol en el gasto que sumió a varios países en la mayor crisis de las últimas décadas, los sindicatos abogan por remedios con gusto dulce, lo que es explicable desde el punto de vista popular porque nadie quiere perder calidad de vida ni tener su empleo comprometido, cuando además quienes resultan víctimas de estas situaciones no son los culpables de que así transcurrieran las cosas.
Naturalmente, las responsabilidades están del lado de los gobernantes, y ello explica que el gobierno socialista español haya sufrido en las últimas elecciones una derrota aplastante. Así asumió Mariano Rajoy con un compromiso de ajuste que lucía más o menos potable en la contienda electoral, pero que ha debido acentuarse ante la realidad de los números, lo que hace que los españoles deban ajustarse el cinturón, como lo hacen también Grecia y en menor medida otras naciones como Italia e Irlanda.
Ocurre que cuando se gasta por encima de lo que se puede se genera endeudamiento y compromisos que no se pueden cumplir, y es tentador el intento de trasladar la culpa a otros.
Pero lo puso en claro en las últimas horas la canciller alemana Angela merkel, quien si bien expresó su “respeto por el derecho legítimo a la huelga”, defendió la austeridad y los recortes como vía inmediata frente a la crisis.
Dijo que “ello no quita que la obligación de los gobiernos es hacer lo debido”, para salirle al paso a la persistente crisis de la deuda en la zona euro, lo que implica “aplicar duras medidas y recortes” al gasto público.
Es que la crisis europea --que fue consecuencia del contagio en 2008 del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos--, continúa proyectando un panorama de incertidumbre mundial. Esto es así porque una restricción de la demanda en el Hemisferio Norte significa menor demanda en los mercados de materias primas, que afecta por ejemplo a los grandes proveedores como China e India, y también conlleva incertidumbre para productores de productos primarios como Uruguay y otras naciones de la región.
En Europa, pese a las protestas y los costos políticos de ahora, se vivió durante muchos años una realidad que salvo en países como Alemania, se construyó en base a castillos de arena, y cuando se ingresa en esta calesita, se llega a las situaciones de alto costo social que enfrentan Italia, España y Grecia, como ha sido también el caso de naciones latinoamericanas que también creyeron en la “bicicleta” eterna.
Cuando llega el momento de pagar la fiesta, los sectores menos favorecidos son los que sufren las consecuencias, como bien lo sabemos en América Latina, y esta es una razón más para exigir a nuestros gobernantes que sean austeros, que no cedan a la tentación de seguir aumentando el gasto público como si la bonanza fuera a durar para siempre.
Es que las señales que se están recibiendo ya dan cuenta de que el escenario internacional se presenta cada vez más complicado, por ahora sin constituir una amenaza cercana, aunque nunca se está a cubierto de sorpresas de las que ya hemos recibido bastantes en los últimos años.


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