Paysandú, Sábado 01 de Diciembre de 2012
Opinion | 25 Nov Recientemente se supo que el gobierno cubano ha importado este año una cifra similar de alimentos a la del año anterior, por un valor del orden de los 1.700 millones de dólares. Esto indica que pese a las innovaciones que se han incorporado en los últimos años, todavía la isla no está en condiciones de autoabastecerse de lo esencial, es decir proveer de alimentación adecuada a sus habitantes. No se trata, por supuesto, de la importación de alimentos de primera categoría sino de insumos elementales para la canasta familiar de los cubanos, cuando precisamente la reforma agraria y la producción colectivizada tras décadas de la imposición del comunismo en la nación caribeña supuestamente debería dar a esta altura no solo para autoabastecerse, sino para exportar producción excedente.
La realidad ha sido muy distinta a la teoría que se había difundido urbi et orbi como la verdad revelada por los líderes cubanos. No puede extrañar por lo tanto que el director general del Centro Nacional de la Tierra, Pedro Olivera, haya explicado que “la canasta de importación de alimentos se mantiene similar” a la de 2011, porque “los productos y los insumos agrícolas se han encarecido muchísimo”.
Desde 2008 el gobierno cubano ha entregado más de 1,5 millones de hectáreas de tierras estatales ociosas en usufructo a 176.000 campesinos privados y cooperativas, lo que a su juicio ha tenido un fuerte impacto en la producción de alimentos, aunque sin dar cifras.
En realidad el pretendido impacto ha sido nulo o mínimo, porque las penurias para el autoabastecimiento de los cubanos sigue vigente, con muy pocos incentivos para producir y sobre todo porque no se ha estimulado la cultura de la producción y de la retribución del esfuerzo individual, sino que como en todo régimen colectivizado, se ha “igualado” hacia abajo, para compartir cada vez más pobreza. En resumen: sin lucro no hay riqueza, y cuanto más se pretende “socializar” la riqueza, más pobreza se logra para todos.
Pocos kilómetros hacia el sur, la Venezuela del presidente Hugo Chávez, aun nadando en la riqueza petrolera, tiene a gran parte de su pueblo sin poder satisfacer necesidades básicas, con grandes desigualdades pero también porque los grandes recursos del oro negro han sido desestimulantes para incorporar infraestructura productiva, y es así que también debe importar gran parte de los alimentos que consume. Y con la propuesta “socialista bolivariana”, similar a la colectivización cubana, poco y nada de positivo puede esperarse para revertir este panorama.
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