Opinion | 29 Nov En su audición radial de M24, el 23 de junio de 2011, el presidente José Mujica pronosticó la ocurrencia de “un apagón logístico, una crisis de carretera que nos puede maniatar” y que si continuábamos “esperando un mayor crecimiento para invertir en rutas, no va a haber crecimiento, porque no vamos a tener cómo sacar la producción”. Un año y medio después de aquel anuncio, la situación sigue intocada. Los índices de exportación continúan aumentando, el discurso acerca de la “bonanza económica” se manifiesta sin modificaciones y permanece el criterio de habilitar nuevas inversiones con destino a la creación de mayores puestos de trabajo. Sin embargo, la obra pública en infraestructura ha descendido en comparación con el discurso trascendental de “país productivo”. Carreteras en mal estado y puertos funcionando a la mitad de su operativa debido a demoras en la instrumentación de decisiones que lleven a dragar los pasos necesarios, la insistencia en la diplomática característica del silencio a pesar de continuar estancados en proyectos binacionales y en discusiones bizantinas que emanan de nuevos diagnósticos, han sido hasta ahora el resultado dominante.
Mientras esto ocurre, el tránsito de camiones por las carreteras aumenta en forma proporcional a la salida de granos, madera, carne o leche. Tal como lo anunció Mujica hace un año y medio. Y también como lo predijo el presidente, luego de la inauguración de Montes del Plata el año próximo, “se van a precisar 140 o 150 mil viajes más de camiones, sólo para esta fábrica. ¿Qué va a pasar con esas rutas que no aguantan?”, preguntó. Incluso reconoció que las zonas más afectadas “son el centro y el litoral del país”, donde disminuye “la velocidad de los camiones y baja la productividad”. Mujica, un activo productor agropecuario, sabe de primera mano lo que esto significa. Por eso, hablar con conocimiento de causa no significa otra cosa que exponer hechos que se repiten desde hace décadas, con una profundización notable de la inacción con el consabido perjuicio económico, social y de credibilidad ante el problema.
En el país de los diagnósticos, las teorías mandan. Por tanto, habrá que seguir caminando a oscuras el largo trecho hacia los hechos.