Paysandú, Miércoles 05 de Diciembre de 2012
Opinion | 30 Nov De acuerdo a un trabajo desarrollado por la consultora CPA Ferrere, sus expertos ya están dando la alerta sobre una desaceleración en el consumo doméstico, y evaluaron a la vez que la velocidad del ajuste dependerá, entre otros aspectos, de cómo logren negociar y conciliar posiciones el gobierno, los sindicatos y los empresarios en lo que refiere a los ajustes salariales y sus repercusiones en materia de demanda laboral.
Por lo pronto, las últimas estadísticas oficiales indican que ha crecido el desempleo en Uruguay, aunque no en forma alarmante, y a la vez se ha verificado un recrudecimiento de los valores de inflación, que anualizados superan el nueve por ciento, aunque es probable que en los dos últimos meses del año disminuya, resultando en un guarismo menor para fines de 2012.
Por lo pronto tenemos que por un lado “pensamos en un escenario de desaceleración del consumo con riesgo de que sea abrupta”, según dijo el economista Gabriel Oddone, socio de la referida consultora, durante la reunión periódica del Servicio de Análisis y Pronósticos Económicos organizado para los clientes.
Es decir que el trabajo apunta a ofrecer datos y sobre todo perspectivas ante los empresarios, a efectos de que éstos adopten previsiones respecto a eventuales inversiones, teniendo en cuenta parámetros como la evolución del mercado doméstico, las perspectivas internacionales y las señales que provienen del gobierno, no siempre muy claras, precisamente.
Para el economista, si no se logran moderar las subas salariales y se pierden 70.000 puestos de trabajo en el próximo año, el crecimiento de la actividad interna se reducirá a 3,7 por ciento, y si además la situación regional obligara a una depreciación de diez por ciento en el tipo de cambio en el próximo año, la desaceleración sería más pronunciada, a 2,6 por ciento, con una caída puntual sobre el final del año.
Considera que de todas formas no se avizora un escenario recesivo en el horizonte en Uruguay, y evaluó que “no hay una crisis por delante, sino una desaceleración”, a la vez de lamentar que “la desincronización de las políticas (fiscal, salarial y monetaria) llevó a una corrección más abrupta de lo que hubiera sido con una mejor coordinación”.
En realidad el análisis del integrante de la CPA - Ferrere no aparece como una evaluación aislada y mucho menos descontextualizada, si se tiene en cuenta que coincide con apreciaciones de expertos internacionales para la región considerada en un todo, y con las particularidades para cada país.
Todo indica que los años de bonanza de que ha gozado América Latina se irán desvaneciendo ante una realidad de mayor incertidumbre, de lo que tuvimos un aviso en la crisis de 2008 y que sigue manifestándose actualmente porque los problemas en Europa se mantienen, con países ya en recesión, y con el gigante chino haciendo esfuerzos para sostener su producción, en tanto la recuperación económica de Estados Unidos sigue mostrando tantas luces como sombras.
Tenemos problemas en los países vecinos, de los que dependemos en gran medida, porque si bien en Brasil persiste la estabilidad económica a primera vista, hay aspectos que no cierran del todo y siempre está latente la posibilidad de un golpe de timón que puede afectar a Uruguay.
No puede obviarse que, con matices, los países de América Latina han vivido una “fiesta” a la que prácticamente todavía no ha rozado la crisis europea, pero no puede descuidarse que hasta China está adoptando previsiones y de reducir su demanda de commodities afectaría seriamente la economía de base agropecuaria de países como Uruguay. Pero, al fin de cuentas, lo bueno es que este escenario por ahora no registra grandes cambios, y que ante estos nubarrones, el gobierno tiene algún margen de maniobra para ser prudente en la forma de moverse para quedar mejor posicionado si las cosas se revierten en un futuro próximo, incluyendo las pautas de la próxima negociación salarial, para atender la inflación, las repercusiones en el empleo y la rigidez del gasto público que sigue por encima de nuestras posibilidades.
El desafío radica en que desde el equipo económico y la dirección política se recoja el guante, y dejando de lado la recurrente muletilla de estar “blindados”, se reconozca que en nuestra pequeñez y problemas estructurales no resueltos seguimos siendo vulnerables, actuando en consecuencia.
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