Paysandú, Miércoles 12 de Diciembre de 2012
Opinion | 12 Dic “Hay tantas cosas que no hemos cobrado”, sentenció el presidente José Mujica, cuando intentó relativizar las últimas revelaciones sobre el caso del remate de los aviones de la ex Pluna, y la cada vez más difícil posibilidad de que el Estado cobre los más de trece millones de dólares del aval por la reserva del boleto de compra de los aviones, con el presidente del Banco de la República en el banquillo de los acusados por la forma en que aprobó el aval.
“A mí no me complica nada. Hay tantas cosas que no hemos cobrado...”, dijo y señaló que la pérdida de 13,6 millones de dólares que significa la negativa a pagar el aval por la aseguradora argentina es poco importante en comparación con otros recursos sacados de las arcas del Estado que fueron invertidos en emprendimientos que no rindieron frutos. Evaluó que “seguimos levantando el muerto de la fábrica de Paysandú”, en referencia a Paylana, con “veinte millones de dólares perdidos. ¿Y si le hago la cuenta de cuánto perdimos en ILPE?” También hizo referencia al gasoducto en Colonia: “¿Y ese caño que salió 182 millones de dólares y está enterrado en Colonia? Lo deben usar las ratas para correr carrera entre ellos. El gas te lo debo”.
Por cierto que las eliminatorias para correr esa carrera la deben hacer las ratas en el caño del gasoducto del río Uruguay a la altura de Casa Blanca, donde se invirtieron en su momento doce millones de dólares por un proyecto que involucraba el uso del gas entrerriano para alimentar una central térmica de ciclo combinado que apuntaba a la venta de energía eléctrica a Brasil, y que nunca se concretó. Y entre el barril sin fondo de recursos de todos los uruguayos a través del Estado tenemos asimismo las cuantiosas inversiones que se volcaron en su momento a Bella Unión, con fines sociales, y que dio lugar a la formación de cooperativas de producción a las que se fueron incalculables recursos que nunca más retornaron. Hubo después un “revalúo” que tragó tanto o más plata aún para crear ALUR, cuya ecuación económica es todavía un gran misterio, pero que también conlleva el uso dispendioso que se da a los dineros públicos en Uruguay, como si fueran bienes de difunto. Claro, al entreverar chauchas con boniatos el presidente Mujica omite decir que en el caso específico del affaire Pluna, todavía en investigación en la Justicia, está de por medio una irregularidad manifiesta en el procedimiento de rigor en esos casos, desde que por vía telefónica se tramitó un aval para el que todo indica no existieron las formalidades y garantías del caso, y el resultado de esta premura por intereses políticos fue que no hay donde “agarrarse” para hacer efectiva la garantía. Por lo que las responsabilidades transitan por otro lado, si bien el resultado puede parecer el mismo.
El meollo del asunto es que el mandatario pretende restar importancia a estos entuertos, que tienen el común denominador de ser dinero que se saca de nuestros bolsillos, porque parece que el Estado es una gran entelequia que maneja recursos que brotan de abajo de las piedras, y que al fin de cuentas, si se gastaron y perdieron centenares de millones de dólares en proyectos y emprendimientos que no tuvieron retorno o simplemente ni siquiera se pusieron en marcha, no hay porqué preocuparse de que en un episodio menor se pierdan “apenas” trece millones de dólares.
Este criterio tan particular en el manejo de los dineros públicos está en las antípodas de la concepción que debe tener todo gobernante, del signo o el partido que sea, porque de lo que se trata es simplemente de administrar siempre de la mejor forma posible el dinero que los contribuyentes dejan sacrificadamente a través de impuestos y cargas sociales en las ventanillas de los organismos del Estado, y que para reunir este dinero mes a mes o en el período que sea, deben asumir riesgos, trabajar de sol a sol en muchos casos, privarse muchas veces de tener una mejor calidad de vida y ofrecer una mejor educación a sus hijos, y en el casos de los empresarios, tratar de que sobrevivan sus empresas.
Porque en esta óptica tan particular, el ser cuidadoso con las cuentas y asumir responsabilidades frente a los demás, ser meticuloso con el gasto para tener posibilidad de maniobra mañana, parece ser cosa de tontos, y en el caso de los acreedores, cuando hay grandes deudores que nos les pagan no debería preocuparse si hay cuentas menores que tampoco pueden cobrar.
Esa no es la actitud que cabe esperar de un gobierno, el de que una mancha más no le hace nada al tigre, sino el de predicar con el ejemplo de un manejo prudente y ajustado de las finanzas, del dinero de todos los ciudadanos, con una austeridad que permita atender prioridades criteriosamente, cumplir con las obligaciones y defender al buen pagador, que es al fin de cuentas quien sostiene al Estado.
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