Paysandú, Viernes 14 de Diciembre de 2012
Opinion | 14 Dic “No es el estado el dueño de los recursos, somos nosotros, los que pagamos impuestos, los que producimos la riqueza. El Estado es el que lo utiliza en nuestro nombre para esfuerzos colectivos que debieran tener valor para la sociedad en su conjunto, no para pequeños grupúsculos que logran por distintas vías apropiarse del presupuesto”, reflexionó el economista Ernesto Talvi, director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), al exponer en desayuno de trabajo en el hotel Sheraton sobre “El Uruguay, la región y el mundo ante un cruce de caminos”.
La alusión del economista refiere al concepto de que los dos últimos gobiernos gastaron toda la recaudación adicional de los últimos siete años, teniendo en cuenta que desde 2005, por efectos de la favorable coyuntura internacional para nuestras materias primas, Uruguay ha tenido la mayor recaudación desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) aumentando un 45 por ciento en términos reales los recursos del Estado. Pero, según lamentó, “nos lo gastamos todo”.
Y no es un recurso tremendista para reafirmar sus conceptos, sino que refleja la realidad que ha vivido el Uruguay en estos años de bonanza, porque se ha aumentado el gasto público por encima incluso de la recaudación adicional, y ello no solo indica que se han utilizado recursos sin retorno, sino además comprometido con costos fijos la situación del país si se interrumpe el ciclo de mejora de la recaudación por efecto de las naturales fluctuaciones de los mercados internacionales.
El análisis de Talvi se basa además en el deterioro de las finanzas públicas, que es notorio: se ha pasado de un déficit fiscal del 0,4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) al 3 por ciento en octubre (la tasa más alta desde noviembre de 2003, durante la peor crisis económica de la historia del Uruguay), y evaluó el economista que a partir de setiembre de 2011 el gasto público se ha salido de control, “comienza a crecer de manera totalmente divorciada de como venía creciendo”, por cuanto “acá empezamos a gastar mal y el déficit se fue al demonio en un momento en que estamos teniendo problemas serios con la inflación”.
Para el economista “el gasto público se sale totalmente de control y los salarios por primera vez empiezan a divorciarse de sus fundamentos económicos. Y yo creo que las negociaciones recientes (por la bebida), muestran que este proceso se está haciendo cada vez más sin luz”, además de considerar que Uruguay está sufriendo un momento de “fuertes presiones inflacionarias” y que el gobierno está siguiendo una política fiscal fuertemente expansiva, que es exactamente lo contraindicado, y una política salarial “desalineada con los fundamentos”, por lo que “en buen romance, la política fiscal, la política salarial, han perdido el ancla”.
Las reflexiones del economista se están dando a la vez en un contexto de rebrote inflacionario que tiene varios orígenes, aunque algunos aspectos han sido relativizados por el gobierno, como es el de la presión de los aumentos de salarios sobre los precios de bienes y servicios.
Esta suba fuera de programa --aunque desde hace mucho tiempo la inflación está por encima de la franja prevista por el Banco Central del Uruguay (BCU)--, ha acercado el IPC a los dos dígitos, situándose en prácticamente el 9,3 por ciento anualizado, pero a la vez el gobierno decidió “toquetear” precios en los dos últimos meses del año por acuerdo con las cadenas de supermercados para evitar que el IPC siga trepando. Empero, aunque se logre disimular temporalmente la tendencia, la inflación subyacente no cambiará y solo será comprimida por este período para reaparecer en todo su vigor, porque es un problema de costos de producción y no de caprichos.
Si el Estado les mantiene una fuerte presión fiscal y de cargas sociales, y a la vez se reajustan salarios por encima de la inflación, nadie en su sano juicio puede pensar que el empresario pueda subsistir si la empresa pierde, y la única alternativa que le queda es trasladar estos mayores costos a los precios. La otra opción –al menos en grandes emprendimientos que ocupan mucha mano de obra-- es endeudarse para seguir produciendo, algo que sabemos termina mal, con empresas cerradas y el presidente poniéndolo como ejemplo de plata tirada para justificar lo que no puede cobrar de Pluna.
El gran problema radica en que se sigue expandiendo el gasto y el Estado requiere cada vez más recursos para sostenerse, sacándolos de quienes producen y trabajan. Ello es inevitable y mientras el Estado no se ajuste el cinturón, aplicando realmente políticas austeras en lugar solo de hablar de la austeridad mientras se sigue gastando dinero en lo que no se debe, seguiremos perdiendo la lucha contra la inflación. Porque todavía hay quienes quieren hacernos creer que los recursos que maneja el Estado brotan de la nada y se reponen también solos.
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