Paysandú, Sábado 15 de Diciembre de 2012
Opinion | 10 Dic El viernes el presidente José Mujica asumió la presidencia pro témpore del Mercosur, por un período de seis meses, oportunidad en la que se celebró una cumbre de mandatarios –con la ausencia del suspendido Paraguay— y se firmó un documento final que celebró la firma del Protocolo de Adhesión de Bolivia al acuerdo, además de la incorporación de Venezuela y el diálogo abierto con Ecuador.
En su alocución, el mandatario uruguayo reconoció que el Mercosur “no es el paraíso, el Mercosur no es una tierra prometida, es una tarea colectiva común para darnos presencia en un mundo que nos guste o no nos guste se está aglutinando en grandes unidades”.
Consideró que “no tenemos la culpa de que el mundo se esté achicando, es algo del tiempo que nos toca vivir, no lo podemos evitar, lo que podemos es construir la forma de ser y de defendernos, pero naturalmente este proceso tiene una violencia y una velocidad que pasa por encima de nuestra cultura”.
En sus reflexiones, Mujica reseñó la historia del bloque y dijo que ahora se está construyendo “todo esto con dificultades enormes, sinceramente hace unos años pensamos que era más sencillo, pero es enormemente difícil, porque hasta ahora hemos sido bolivianos, argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños, y estamos construyendo la cultura de los americanos del sur. Estamos empezando a construir un nosotros que no hace desaparecer lo que somos, ni de donde venimos, pero nos proyecta hacia otro tiempo, donde el desafío es si estaremos a la altura de las circunstancias o no. Eso solamente lo podrá responder la historia”.
Más allá de la retórica de ocasión que se suele potenciar en este tipo de encuentros, en los que tras las sonrisas y los abrazos generalmente todo vuelve a ser como antes, surge claramente que el Mercosur tiene tantos o más problemas que cuando se consagró el acuerdo regional, en medio de una gran expectativa, que incluso en nuestro país se vendió como el acceso a un mercado potencial de 200 millones de habitantes. Pero se dejó en segundo plano que este es un camino de ida y vuelta, y que las grandes asimetrías entre los países del bloque y las burocracias y grupos de poder en cada país no soltarían así no más sus chacras de dominación e influencia.
Es así que con altibajos, las barreras comerciales no se han derribado. Por el contrario, han quedado expuestos el juego de intereses y los grandes obstáculos propios de proteccionismos y subsidios en cada lugar, que ha sido muy difícil desmantelar, pero a la vez se ha agregado la actitud negativa que ha significado el bilateralismo protagonizado por Argentina y Brasil, que han puesto a sus socios menores, Uruguay y Paraguay, entre la espada y la pared, con un tómelo o déjelo que solo ha reafirmado la preeminencia de las dos grandes economías en el bloque.
El punto es que estas zozobras y entredichos de intereses, lejos de desaparecer, se han sostenido y acentuado con el tiempo, porque además de los conflictos de intereses económicos el Mercosur se ha transformado en un club de presidentes en sintonía política, es decir que se ha dejado atrás el leit motiv de socios comerciales para dar preeminencia a los objetivos político-ideológicos.
El último capítulo de estos cambios ha sido la suspensión de Paraguay por la destitución por el Parlamento del ex presidente Fernando Lugo, en aplicación de normas constitucionales vigentes en el vecino país, y el ingreso automático de Venezuela, al que se oponía el congreso paraguayo, por lo que los presidentes de Uruguay, Argentina y Brasil mataron dos pájaros de un tiro violando la letra y el espíritu del Mercosur, como si fuera la cosa más natural del mundo y los estatutos del bloque fueran simplemente una mera formalidad que se puede ignorar por motivos políticos, es decir priorizando lo político por sobre lo jurídico, como sentenció el propio Mujica al referirse a este episodio.
Nos encontramos por lo tanto ante un Mercosur que cada vez pierde más credibilidad, porque sus propios presidentes la han torpedeado con decisiones a contramano del derecho internacional, como si fuera una cosa menor, y al fin de cuentas en el aspecto comercial se ha convertido en un corsé que limita seriamente nuestras posibilidades de establecer vínculos bilaterales con mercados muy receptivos a nuestros productos. Por cierto, estamos en la región, y no podemos escaparnos a la realidad geográfica que justifica la presencia uruguaya en el Mercosur, pero sí debe abordarse con énfasis la diversificación de mercados para no solo tener una proyección y opciones de intercambio comercial que ahora no tenemos, sino también para desestigmatizarnos de conciliábulos ideológicos y “solidarios” en la región, que nada tienen que ver con defender nuestros intereses ante vecinos que priorizan los suyos ante la “amistad” que solo profesan en los discursos.
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