Paysandú, Domingo 16 de Diciembre de 2012
Locales | 11 Dic Mucha gente no conoce o no recuerda el dato, pero lo cierto es que el 11 de diciembre se celebra el Día Mundial del Tango. Es así desde 1977, cuando se instauró la fecha en Argentina, como resultado de un proceso de varios años cuya iniciativa se debió al editor Ben Molar y a la Asociación Gardeliana del vecino país. Aprobada la idea por las autoridades y las organizaciones tangueras, al principio fue una conmemoración nacional, pero pronto se expandió más allá de fronteras.
¿Por qué el 11 de diciembre? Porque fue la fecha de nacimiento de dos grandes referentes del género: Carlos Gardel y Julio De Caro. Gardel, según algunos investigadores, nació en Tacuarembó en 1887, y según otros en Toulouse, Francia, en 1890. De Caro, compositor y violinista, nació en Buenos Aires en 1899.
Más allá de estos dos grandes artistas, la ocasión es buena para recordar todo lo que significa para las ciudades de la región ese universo de música, danza, poesía y canto que llamamos tango. Que es, también, un fenómeno de costumbres, una manera de vivir y entender el mundo, una filosofía que se nutre de las amargas lecciones de la vida, una poética que refleja cierta forma de paisaje ciudadano, el arrabal, el retorno a las cosas perdidas, los recuerdos... Y uno de los cancioneros más ricos del mundo.
Múltiples raíces
Hay algo de milagro en la historia de este género, que uno de sus grandes poetas, Enrique Santos Discépolo, una vez definió como “un pensamiento triste que se baila”. ¿Cómo tantas cosas llegaron a mezclarse en una nueva forma que refleja la forma de ser de una gran comunidad? Porque si de rastrear orígenes culturales se trata, la tarea no será fácil. En los primeros tangos hay huellas del ritmo del candombe, la coreografía de la milonga, la línea melódica, emotiva y sentimental de la habanera... Pero también del tango andaluz, el chotis, la polca, el cuplé, las payadas puebleras, las milongas criollas...
A ese híbrido, que luego se nutrió también del jazz, la música académica, el rock o la electrónica, en sus inicios también aportaron sus sonidos africanos, gauchos, hispanos coloniales, indígenas, italianos, judíos, alemanes, andaluces, cubanos. Dicen los que saben que los organitos callejeros difundían el tango por los barrios, donde era común ver parejas de hombres bailando en las calles. Después, comenzó a dejar de ser exclusivo del arrabal para internarse poco a poco en el centro de la ciudad, y más tarde recorrer el mundo.
Del arrabal al mundo
Todavía es posible polemizar sobre sus orígenes, pero no se discute el prestigio y reconocimiento que adquirió internacionalmente el tango. Basta mencionar que a fines de setiembre de 2009, fue declarado por la Unesco patrimonio cultural intangible de la humanidad. Para la organización, el tango reúne cinco criterios indispensables que lo hacen de interés global: es distinto, original, las comunidades rioplatenses lo sienten como propio, enriquece el acervo cultural, y existe un plan conjunto de preservación (presentado en conjunto por los gobiernos locales de Montevideo y Buenos Aires). Al hablar de repercusión internacional no podemos dejar de recordar que un pionero de la difusión mundial del tango fue el sanducero Alfredo Eusebio Gobbi. En una entrevista del semanario Sintonía, Gobbi afirmaba: “Creo haber sido el primer rioplatense que cantó tango en Europa. En 1907, la firma Gath & Chaves, dedicada a la impresión de discos y cilindros fonográficos, nos contrató junto con mi esposa para grabar canciones populares argentinas en París”. Junto al sanducero --que tenía entonces 30 años-- y su esposa, viajó Ángel Villoldo, autor de uno de los tangos más célebres: “El choclo”.
Hablar de tango no implica solamente hurgar en armarios polvorientos para rescatar sonidos henchidos de nostalgia. Aun hoy --cuando su presencia en los grandes medios es más bien marginal--, explícita o implícitamente el tango sigue vivo. Es así, aun cuando muchas veces sus cultores se limiten a una mirada conservadora que se queda en el pasado, o su verdadera esencia se desdibuje entre las luces y el glamour. Como toda auténtica expresión artística, el tango desentraña nuestra inextricable condición humana. Por eso, quizás, sigue sonando en nuestros barrios, en las academias de Japón, en las calles de París o en los centros culturales neoyorquinos.
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