Paysandú, Sábado 22 de Diciembre de 2012
Locales | 18 Dic Muy prolongada experiencia en materia de controvertir por temas muy variados en la actividad periodística, también en el ejercicio profesional y todo lo aprendido en la periodística por haber integrado durante más de tres quinquenios el conjunto de redactores del vespertino “El Plata”, bajo la dirección del formidable periodista que fue el doctor Juan Andrés Ramírez (lo había fundado en 1914 y estuvo al frente hasta su desaparición física en 1963), han sugerido al responsable de esta columna señalar lo importante que es, cuando se controvierte públicamente o en el ámbito reducido de un expediente, no descalificar al adversario o contendor, sino responder sus afirmaciones con los fundamentos o razones que considere indicados para explicar, y paralelamente apoyar, su punto de vista.
Tal criterio se considera fundamental para lograr el resultado que toda controversia persigue, que no es otro que poner en claro el error del contendor. Sin embargo no es, lamentablemente, siempre respetada tal tesitura cuando, pública o privadamente se discute. En efecto; no es ciertamente extraño que alguno de los contendores o ambos entiendan que es pertinente la descalificación de la otra parte, cuando no simplemente el insulto, algo ciertamente no muy apto para demostrar el error de la otra parte, precisamente el sustancial propósito de la discusión desenvuelta al controvertir.
Como en alguno de los comentarios precedentes sobre el tema que hoy se vuelve a desenvolver se señaló, un magistrado, al culminar en su sentencia el asunto que en el caso se instruía, expresó los muy claros conceptos que enseguida se resumen: en un tiempo en que se canalizan desprecios, descalificaciones y agresividad, es reconfortante ver a dos profesionales abogados debatir con altura, dignidad, gallardía, respeto, consideración y fundamentos, sin perder por ello ardor y convicción en sus planteos, y efectividad en la defensa de los intereses contrapuestos que las partes respectivamente les confiaron.
Vale decir, precisamente lo que se expresó, o sea que agravios, insultos y descalificaciones no son aptos; no corresponde acudir a ellos, pues lo que se debe sí exponer son fundamentos, razones.
Y como de ello resulta, no es útil, sino precisamente todo lo contrario, utilizar en tales casos adjetivos, sino exclusivamente sustantivos. Preocupa mucho también que las descalificaciones y agravios que son tan inconvenientes e ineficaces sean con frecuencia utilizadas en la discusión de temas tanto importantes como carentes de trascendencia.
Es por lo que emerge de los conceptos del presente comentario indicado que se pugne por erradicar tan equivocada costumbre; como antes aquí también se ha sostenido, sería muy bueno que muchos se aliaran en una campaña firme y clara tendiente a erradicar la muy equivocada práctica que se explica y que paralelamente se impugna por inconveniente e ineficaz, que en realidad descalifica a quien tan equivocada práctica utiliza.
Y también es equivocada la práctica que, sin llegar a descalificar al contendor mediante fuertes adjetivos, le atribuye, sin que se advierta la pertinencia del fundamento, finalidad política o de otra índole a sus conceptos sobre temas económicos o de otro tipo, aunque sea evidente que ellos hayan sido emitidos en función de su especialidad técnica.
Tales los conceptos que merece, una vez más, el tema del serio error consistente en la extendida costumbre de la descalificación al contendor.
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