Paysandú, Sábado 22 de Diciembre de 2012
Opinion | 21 Dic Según concluye un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), los estudiantes uruguayos reciben a lo largo del ciclo educativo 30 por ciento menos de horas de clase que las dictadas en los centros de los países desarrollados. El estudio señala que el tiempo de aula es uno de los factores que repercuten en los resultados de aprendizaje y el nivel de egreso alcanzado por los alumnos, como una regla general, lo que indica que ya desde el vamos se está ante un factor negativo para la escolaridad y las posibilidades de una mejor formación de estudiantes, tanto en primaria como en las siguientes etapas.
“El número de horas de clase por año en el sistema educativo uruguayo es inferior al promedio del grupo de países de alto desarrollo humano y al promedio de grupo de países de muy alto desarrollo humano”, señaló el informe elaborado por los especialistas en educación de Unicef, Gustavo de Armas y Adriana Aristimuño.
Agrega el documento que el tiempo de educación recibido también es menor que en otros sistemas debido a que el promedio de estudiantes realiza menos años de educación preterciaria que en los países desarrollados.
Es así que los países de muy alto desarrollo humano dedican 690 horas de clase al año a los estudiantes desde la educación primaria, a la media y a la superior, mientras los de alto desarrollo humano destinan 774 horas en promedio, pero en Uruguay el promedio de los tres niveles es de 551 horas, sin que se esté ante una tendencia creciente en número de horas en ninguno de los niveles considerados en nuestro país.
Por supuesto, no puede establecerse una especie de regla general de tres como relación directa entre las horas de clase y el desempeño de los alumnos, pero como bien advierte la Unicef “resulta evidente que el tiempo de enseñanza constituye una de las condiciones básicas o elementales para poder desarrollar un proceso educativo adecuado”.
Pero este es uno de los aspectos a tener en cuenta entre los factores que inciden negativamente en nuestra educación, por cuanto si bien por sí sola una alta dedicación horaria no asegura resultados satisfactorios, se requieren, además, “bajos niveles de inasistencia de los estudiantes y docentes, y un número de alumnos por docente que permita una atención personalizada”, agregó el informe.
Este es sí uno de los puntos a tener en cuenta como componente de la ecuación que ha contribuido a afectar el nivel de nuestra enseñanza, entre otros aspectos que tienen que ver por cierto con una degradación de valores que parte de la célula familiar, muchas veces uniparental, pero también de la sociedad en su conjunto, del entorno en que se desenvuelven niños y jóvenes, y donde la aplicación y el estudio no suelen formar parte de las prioridades ni es factor de popularidad en esta etapa de la vida, lamentablemente.
No puede extrañar por lo tanto que los uruguayos de 21 y 22 años con el liceo completo comprenden no más del 30 por ciento del estudiantado, según la encuesta continua de hogares 2011 del Instituto Nacional de Estadística, en tanto, el índice de repetición en Secundaria alcanza el 28%, el que sería naturalmente mucho mayor si no fuera porque la deserción es altísima y los estudiantes en lugar de repetir optan por abandonar los estudios. Estos números desalentadores se dan igualmente cuando la educación recibe del Estado cuantiosos recursos, que han sido reclamados por las agremiaciones de docentes como la respuesta que tiene pendiente el sistema educativo para mejorar los rendimientos y el nivel de la educación, pero los hechos demuestran claramente que no solo con inyección de recursos se corrigen los males estructurales de nuestro sistema educativo, que son propios y que quedan sí más expuestos cuando la materia prima con la que trabaja resulta problemática.
El punto es que también gran parte del cuerpo docente es problemático, porque aparece como poco comprometido con su tarea, presenta fuerte ausentismo, cada vez está peor preparado y tiene un alto componente ideológico en la dirigencia gremial que contamina cualquier diálogo que se pretenda instaurar para mejorar los niveles educativos.
Por lo tanto, son muchos y diversos los aspectos que habrán de considerarse si se piensa en revertir esta espiral descendente en que ha caído la educación en nuestro país, pero seguramente nada se logrará si no se toman decisiones drásticas y dolorosas para muchos, a los que poco les sirve que la cosa mejore.
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