Paysandú, Miércoles 26 de Diciembre de 2012

Interrogantes con las que asoma 2013

Opinion | 26 Dic Cuando ya está asomando un nuevo año, dejando atrás un 2012 en el que Uruguay siguió creciendo a un ritmo más moderado, a partir de un escenario internacional todavía signado por la incertidumbre de la crisis en Europa y la repercusión del estancamiento en Estados Unidos, con sus proyecciones sobre los países emergentes, se abren interrogantes sobre lo que nos deparará el 2013, con el arrastre que viene de este año.
Es notorio que a partir de los problemas en los mercados mundiales, de los que dependemos como país esencialmente exportador de materias primas de origen agropecuario, la coyuntura acentúa la necesidad de ser prudentes y en lo posible mantener el viento de cola que todavía se está dando, para tratar de corregir problemas estructurales y quedar mejor perfilados para este año, sobre todo en el núcleo exportador de rubros con mayor valor agregado o productos semiterminados, que es donde tenemos los mayores problemas.
Es pertinente además conocer qué piensan los analistas de consultoras que estudian el escenario interno y externo, para evaluar tendencias y generar proyecciones más allá de lo que se percibe en el ámbito local, donde es notorio un enlentecimiento de la demanda, pese al aumento del salario real que se da en algunos sectores de actividad, sobre todos los sindicatos del Estado mejor organizados y que en base a la presión pueden obtener --y lo han hecho– una mayor porción de la torta salarial.
De acuerdo a un relevamiento del semanario “Búsqueda”, los analistas coinciden en considerar que para 2013 se presenta un escenario en general favorable, con crecimiento de la actividad económica, aunque más moderado, pero algunos problemas persistentes para las empresas, como los altos costos y un clima deteriorado para los negocios.
En su mayoría se trata de asesores de empresas grandes y medianas de diversos tipos ya instaladas y de grupos del exterior interesados en invertir en el país. Uno de los consultados, Roberto de Luca, de Deloitte y asociados, evaluó que “la inflación se está ubicando en valores altos, los costos de producción han aumentado y la competitividad de las empresas se está viendo resentida. Por eso entendemos que 2013 debería ser un año de readecuación de algunas políticas económicas, particularmente de moderación del gasto público y de los salarios”.
En líneas generales los restantes técnicos coinciden con estas grandes líneas trazadas por de Luca, y también con conceptos que hemos vertido en más de una oportunidad desde nuestra página editorial, con énfasis en la necesidad de que el gobierno esté a la altura de las circunstancias y deje de actuar como si este escenario favorable fuera a durar para siempre.
Es que por más que los voceros del equipo económico y el Poder Ejecutivo insisten en que corresponde ser austero en el gasto y en considerar que el escenario internacional presenta incertidumbres, en los hechos se sigue actuando como si nada de esto fuera cierto y el Estado sigue gastando el dinero de todos en rubros sin retorno, que no van al fondo de los problemas estructurales que es preciso abordar en escenarios favorables, para quedar a cubierto cuando las cosas no sean tan positivas.
Es que el dinero que se gasta es el que se detrae de los sectores productivos, del empresario, del trabajador, de los pasivos, a través de impuestos y sobrecostos en servicios, como la energía, para que el Estado recaude a efectos de hacer frente a políticas sociales y gastos de funcionamiento, con mayores presupuestos en áreas que no han mejorado para nada pese a la cantidad de recursos que se han tragado.
La idea es que se presione menos a los que crean la riqueza, para que puedan mejorar la ecuación económica y reinvertir en una mayor eficiencia y productividad, para así realmente poder combatir la inflación, al producir bienes y servicios a menor costo.
En cambio, además de gastar lo que no se tiene, desde el Poder Ejecutivo se mantiene un dólar depreciado que permite estabilizar una inflación que se ha salido de madre –aunque todavía es controlable-- pero que contribuye a deteriorar la competitividad internacional del país, que viene en picada. Recientemente, en diálogo con EL TELEGRAFO, empresarios de áreas de exportación de Paysandú se lamentaban de que el sector exportador sanducero, otrora floreciente, está en caída, salvo alguna empresa que tiene un muy buen mercado en Venezuela a buenos rentables. “Pero nosotros, con un dólar a 19 pesos y los costos que tenemos, estamos realmente en una situación complicada”, nos decían, ya con un dejo de preocupación indisimulable.
Ese es el punto a tener en cuenta, porque el mantener acotada la inflación por métodos artificiales, con el ancla del dólar, tiene su contrapartida negativa para los sectores productivos, tanto los exportadores como los que compiten con mercaderías importadas, y lo que se logra es un nudo que cada vez estrangula más a quienes apuestan al trabajo dentro de fronteras.
Este es posiblemente el mayor desafío que tiene el gobierno para el año que se inicia, cuando subsisten los problemas estructurales disimulados por una bonanza coyuntural favorecida por el contexto externo, y siguen pendientes las grandes obras de infraestructura que aún no despegan pese a contar con el instrumento de la ley de participación público-privada. Y esto solo por citar algún elemento de una ecuación que es mucho más compleja y con problemas que se agudizan por los viejos vicios del Estado, que sigue lo más campante, porque de su reforma se habla pero nada se hace.


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