OPINIÓN

Locales | 23 Dic Cada día se renueva nuestro asombro por los estallidos de violencia de nuestra sociedad. No debe haber un mayor motivo para su manifestación, aun tratándose de gente tranquila y sin antecedentes, que la repetición sistemática de la provocación. En el caso que nos ocupa, es que, a la hora del descanso, tres o cuatro noches por semana, en un lugar no habilitado, motos, camionetas y autos, en un desenfreno total, compiten con sus parlantes a todo volumen, los escapes libres. Y ahora, hace unos días han agregado la mayor tortura, las bombas de estruendo, durando este desenfreno hasta más de las 5 de la mañana.
Somos como un barco a la deriva, nadie lo gobierna. La obligación de mantener el orden y contener a los revoltosos no ha aparecido en varios meses, y las gestiones para que se tomen medidas están ausentes. El peor centro de escándalo está en la avenida Entre Ríos y el Obelisco. En sólo 24 horas la Intendencia podría solucionarlo, dejando una angosta senda peatonal y rellenando los bordes, obligando que los vehículos tomaran una de las tantas opciones que tienen a corta distancia: del Obelisco hacia el norte, que hay varias cuadras sin viviendas, o por la costanera hacia el puerto y toda playa Park frente a Vialidad.
Es posible que algunos de los vecinos afectados reciban multas por no llevar luces encendidas a 15 km/h en horas del mediodía, mientras llevan varias noches sin dormir por las causas ya mencionadas. La gota de agua desborda el vaso. También es posible que llegado un momento determinado se produzca un enfrentamiento directo, con consecuencias imprevisibles. Quien tenga la responsabilidad de acción, tendrá bajo su conciencia el no haber cumplido con su deber y será el verdadero responsable de lo que suceda.
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