Opinion | 22 Dic Los dirigentes de todos los partidos que coincidieron en hacerse presentes en el Instituto de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales para la presentación del libro “Política en tiempos de Mujica: un balance en mitad del camino” fueron particularmente optimistas en cuanto al relacionamiento entre los partidos y el sistema político en nuestro país, con un tiempo nuevo a partir del interregno de la dictadura que se entronizó en el poder entre 1973 y 1985.
Los senadores Pedro Bordaberry (Partido Colorado) y Eber Da Rosa (Partido Nacional), la presidenta del Frente Amplio Mónica Xavier y el presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres, fueron quienes estuvieron en esta convocatoria representando a sus respectivos partidos, oportunidad en la que los dirigentes hicieron un balance breve de la mitad del período de gobierno de Mujica. Entre otros aspectos desde la oposición se criticó la falta de “transparencia” en el manejo del tema Pluna y los escasos avances en la mejora del sistema educativo.
Fueron coincidentes acerca de que muchas veces son los medios de comunicación los que ponen el énfasis en las diferencias de los partidos minimizando sus puntos de acuerdo, que son más, al punto que “de diez leyes que se votan en el Parlamento, siete son aprobadas por unanimidad. Pero muchas veces el titular en la prensa son esas tres leyes en las que no nos ponemos de acuerdo”, dijo Bordaberry. Más allá de esta particular visión sobre quien pone los acentos en las diferencias, cuando por lo general son los propios dirigentes los que apuntan a marcarse perfil y salir mejor parados ante el ciudadano, lo cierto es que el sistema político uruguayo, con sus defectos, que son además los que tiene todo ámbito donde interviene el ser humano, ha logrado ponerse de acuerdo en grandes temas que refieren al interés general, y han podido superar el síndrome tan viejo de que “cuanto peor, mejor” para los intereses político electorales de quienes aspiran a llegar al gobierno.
Y lo demás, los altercados de todos los días, las rencillas personales, las “chicanas” parlamentarias, entre otros viejos vicios del sistema político, son hojarasca que no va al fondo de la cosa si lo comparamos con otras épocas realmente aciagas, donde imperaba la intolerancia y la violencia.
Hoy las grandes mayorías nacionales representadas por los partidos coinciden en que por el diálogo, el intercambio de ideas, del gobierno de la mayoría en el libre ejercicio de la institucionalidad democrática, sin avasallar a las minorías, es que se pueden lograr las soluciones y la convivencia en paz, y este es un bien preciado a cultivar y preservar, por encima de las discrepancias que se dan en toda democracia.