Paysandú, Jueves 03 de Enero de 2013
Opinion | 02 Ene Ya asomado el 2013, entre muchos otros problemas, un tema que aparece sin resolver para los uruguayos, es el de la enseñanza. Este es un debe que seguimos arrastrando para el año que se inicia, aunque no es nuevo, pero sí mantiene la tendencia de deterioro que ha puesto de manifiesto en los últimos años.
Y mencionamos esta problemática como un aspecto en el debe para el nuevo año, cuando todavía el Uruguay es favorecido por un entorno internacional favorable para nuestros productos de exportación, que ha tenido un derrame auspicioso sobre nuestra economía, con un mayor nivel de actividad en gran parte de las áreas, pese a la declinación que se da en los sectores de mayor valor agregado.
Es decir, que la oportunidad es propicia para acordar y encarar reformas en nuestro sistema educativo para crear un mejor escenario para las nuevas generaciones. Lamentablemente las últimas han sufrido las consecuencias de un deterioro en la calidad educativa que alcanza prácticamente todos los niveles y que es una rémora para el crecimiento del país con desarrollo, que es lo que nos falta precisamente.
Por cierto, el sistema político no puede ignorar este escenario al que nos referimos, y debemos tener presente que el gobierno y todos los partidos políticos con representación parlamentaria firmaron en febrero de 2012 un acuerdo para definir líneas estratégicas sobre políticas educativas. Pero el pacto duró solo cuatro meses y se dio por terminado tras una interpelación al ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, marcando un distanciamiento entre gobierno y oposición por la falta de resultados.
A su vez el Poder Ejecutivo había anunciado que convocaría al Congreso de la Educación para octubre de este año como una herramienta de debate sobre contenidos entre docentes, autoridades y políticos; sin embargo esta convocatoria quedó pospuesta, por lo que seguimos sin un ámbito en el que se puedan plantear y discutir cara a cara cuales son los problemas y las eventuales salidas para este encierro en que se encuentra la educación en el Uruguay.
La presunta igualdad de oportunidades por una enseñanza gratuita y de libre acceso para todos ha quedado en los hechos solo en los enunciados, y se ha tornado profundamente antidemocrática en la realidad, si se tiene en cuenta los resultados que arroja en cuanto a educación y capacitación.
Por ejemplo en el egreso de Secundaria hay una abismal diferencia entre ricos y pobres: el 72 por ciento de los jóvenes de 21 y 22 años que pertenecen al quintil más rico habían terminado el año en 2011, pero en la franja más pobre este porcentaje fue sólo del 9,6 por ciento.
A la vez debe tenerse presente que el índice más bajo de repetición en los últimos diez años para Ciclo Básico fue registrado en 2003, con el 21,3 por ciento, en 2007 fue del 23,7 por ciento y desde ese año se incrementó hasta llegar el año pasado al 29,6 por ciento. El punto es que a mayor o menor deserción, sigue bajando la calidad de la enseñanza y el nivel de conocimiento de los egresados, como lo han reconocido amargamente las autoridades universitarias al quejarse del bajo nivel de conocimientos de quienes pretenden ingresar a los cursos de enseñanza terciaria.
En este contexto de bajo nivel como promedio general para todos los casos, la desigualdad entre la educación recibida por ricos y pobres genera una brecha educativa que en los hechos obra como instrumento reproductor de la pobreza, y en algunas zonas el índice de repetición supera el 40 por ciento.
Y decimos instrumento multiplicador de la pobreza porque es evidente que los sectores de menores recursos de la población, y consecuentemente con mayores dificultades para egresar de Secundaria, --no ya ingresar a la Universidad, donde el problema se acentúa de acuerdo a los ingresos y si el joven es de Montevideo o el Interior--, acceden al mercado de trabajo con una menor preparación, y no están calificados para los empleos mejor pagos, por lo que por regla general deben aspirar a ser mano de obra poco calificada y menos remunerada.
Corresponde por lo tanto señalar la magnitud del debe que tiene el país en su sistema educativo, el drama de decenas de miles de jóvenes que no tienen oportunidades de capacitarse, los otros muchos miles además que ni siquiera quieren la oportunidad, porque desde el hogar y en la sociedad cultivan valores que no priorizan el estudio, y evaluar que nos encontramos ante un panorama que da muy poco margen para el optimismo en un país pequeño que debería apostar al conocimiento como base de la calidad, en todos los órdenes.
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