Paysandú, Domingo 20 de Enero de 2013
Opinion | 13 Ene Los ciclos en la economía global conllevan escenarios que salpican de una manera u otra a todos los países, pero sobre todo condicionan a las pequeñas economías como la de Uruguay, un país altamente dependiente de sus exportaciones y a la vez tomador de precios.
La crisis de Estados Unidos de 2008 --de la que todavía no se ha recuperado-- tuvo repercusión inmediata en Europa, donde también eran notorias las grandes burbujas en naciones como Grecia, España, Italia. Estos países tienen el común denominador de una gran deuda pública en la que se fueron hundiendo cada vez más, hasta que los excesos en el gasto llevaron a la crisis que se prolonga hasta hoy, con una gran manto de incertidumbre.
El ciclo actual está por lo tanto signado por una gran inestabilidad e incógnitas, con un dólar volátil y con demanda deprimida de las naciones desarrolladas en crisis, un menor crecimiento de China por una menor demanda del mundo desarrollado, y escenarios comprometidos en el futuro inmediato para países subdesarrollados que como Uruguay, siguen haciendo el papel de abastecedores de materias primas.
Nuestro país no es una excepción en la región sudamericana, todavía con grandes problemas por su subdesarrollo pero a la vez con grandes recursos naturales que le generan condiciones para ser abastecedor de commodities como granos y otros alimentos, incluyendo a la carne, para un mundo que necesita estos productos ante un crecimiento de la población mundial que no ha sido acompasado por un aumento similar de la producción.
No es un secreto para nadie que hay áreas, sobre todo en los países desarrollados y zonas muy pobladas, en las que se mantiene un uso irracional de los recursos naturales, lo que conlleva la consecuente posibilidad de agotamiento y encarecimiento de la “comida” en el mediano y largo plazo. Por lo tanto, los países o regiones que cuentan con mayor reserva de recursos naturales se encontrarán mejor perfilados no solo para atender las necesidades de sus ciudadanos, sino también para abastecer a poblaciones que tienen difícil acceso a estas necesidades primarias.
En el caso de América Latina, todo indica que su agricultura enfrentará el gran desafío de prepararse para poder atender el explosivo aumento de demanda, que de acuerdo a las proyecciones alcanzará en 2050 el doble de lo que se produce actualmente, de 2,8 billones de toneladas de alimentos.
Es así que el sector agropecuario del planeta deberá aumentar en solo cuatro décadas lo que le llevó a la humanidad miles de años, y ello deja a América Latina como el gran reservorio de recursos que lo habilitaría a constituirse posiblemente en el mayor productor de alimentos del mundo.
Ello coloca a la región en la disyuntiva de administrar sus recursos naturales con criterio, para lo que seguramente contará con el estímulo de precios redituables para su producción, con la consecuente tentación de seguir en la senda de producirlos en el mayor volumen posible. Pero a la vez corre el riesgo de reducirse a un mero abastecedor de granos y carne sin agregar valor a estas y otras producciones.
Este factor se exacerbará si caemos en facilismos que acotarían nuestras posibilidades de encarar crecimiento con desarrollo, ya que por ejemplo el Uruguay cuenta con ventajas para producir pero con la contrapartida de déficit estructurales que datan de mucho tiempo y que no han podido superarse todavía.
El gran desafío pendiente es precisamente el darle mayor valor agregado a las exportaciones para reciclar más riqueza dentro de fronteras, así como aumentar los volúmenes de producción para compensar la persistente suba de costos que se da en nuestro país.
Esto salta a la vista con sólo analizar el destino actual de la producción agropecuaria; por ejemplo exportamos el 95 por ciento del arroz que producimos, el 75 por ciento de la carne, el 70 por ciento de la leche y el 70 por ciento del trigo.
Paralelamente habrá que suplir necesidades logísticas. Nuestro país necesita imperiosamente una mejora de la productividad, incorporación de tecnología y procesos de valor agregado, para no conformarnos solo con el papel de abastecedores de alimentos y materias primas sin procesar, como hemos hecho hasta ahora, dejando así para otros los avances en tecnología y el reciclaje de recursos con trabajo de calidad dentro de fronteras.
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