Paysandú, Miércoles 23 de Enero de 2013
Locales | 20 Ene El desprecio
Hago un silencio en mi interior y respiro hondo y despacio. Trato así de acomodar las ideas, los impulsos y darle control y forma al pensamiento que de adentro, con mucha fuerza y pisando sobre los mojones del criterio y la inteligencia, quiere avanzar y gritar que estoy podrido de tanta cosa insana a mi alrededor, de tantas gentes, que grotescamente avasallando todo y a todos, ríe de un estado de gracia/desgracia de infinita desvalorización humana.
El deseo del bien en algunos de nosotros inercialmente nos lleva a tener un retraso en la asimilación de las realidades concebidas por “los otros” cuando ellas aparecen sin racionalidad o también, obedeciendo a una racionalidad obtusa, lejos de una óptica universal del hombre y su conducta social de constructor del infinito.
Hoy la moneda corriente de tránsito entre los gobernantes y sus ciudadanos es el desprecio.
Cuando se nos miente nos están despreciando, cuando se nos promete nos están despreciando, cuando nuestras opiniones no valen nos están despreciando, cuando deciden arbitrariamente nos están despreciando, cuando se nos oculta información nos están despreciando; cuando se malgasta el dinero público nos están despreciando, cuando se encubren hechos y personajes nos están despreciando, cuando quieren imponer un modo de pensar y de vivir nos están despreciando, cuando se desvirtúan los propósitos de las instituciones nos están despreciando, cuando se esclaviza un país a un dogma nos están despreciando.
Y así podríamos enumerar cien formas más de despreciar al ciudadano. Pero el desprecio mayor que la gente que nos gobierna y la izquierda en general nos hacen en el cotidiano, es el permanente desconocimiento de que el resto de los pobladores de este país pueda tener inteligencia, y usándola sacar conclusiones.
El desconocer y subestimar la inteligencia de las personas es un desprecio mayúsculo. Y cuanto más se desprecia la inteligencia ajena, más lejos se está de poder tener una chance de gestar un proceso de crecimiento global y uniforme para el país. Cuanto más subestiman la inteligencia ajena, más muestras dan de una miserable soberbia, crecida y alimentada por el despotismo, por toda falta de respeto a las jerarquías y normas y por un inmenso visceral deseo de hacer lo que se le antoja, caprichosamente, a los golpes, impúdicamente, aunque sabiendo que están equivocados.
El tiempo es escaso y para inicio alcanza. Estamos viviendo en un territorio que se niega a ser un país en serio, que se niega al esfuerzo, que se niega a la superación por el conocimiento, que se niega a todo lo estrictamente racional y universal, que se niega a construir. Las medias verdades y las inverdades dominan la aptitud cotidiana de quienes están hoy en el gobierno. Pero si están donde están es porque parte mayoritaria de la sociedad los puso en ese lugar. Y la pregunta: esa parte mayoritaria ¿de qué está hecha?, ¿cómo pudo tanta gente abandonar su destino en las manos de gentes de histórico antipatriótico, de criminales, de copiones del vandalismo ajeno, de envidiosos, de resentidos por su autoconciencia de incapaces, de manipuladores, de ladrones, de vulgares, de ordinarios y tanta poca cosa? Por otro lado, ¿cómo llegamos a crear un substrato de gentes tan permeables a toda esta propuesta de una izquierda fracasada? ¿Será que el triunfo de la izquierda es haber podido llegar a formar tanta gente imbécil? ¡Parecería que sí!
Me animo a pensar y continúo diciendo lo mismo desde hace tiempo, que este territorio mucho antes de haber podido formar la noción de pueblo, de los sentimientos de tradición e historia, fue copado por la introducción de un pensar y accionar foráneo. Me refiero a la brutal estatización e implantación de un comunismo disfrazado por Don José Batlle y Ordoñez y su gente. El país no tuvo tiempo de disfrutarse a sí mismo cuando rápidamente perdió grandes libertades al tener que soportar hasta el día de hoy los monopolios estatales. Se fortaleció la ciudad de Montevideo como el centro del mundo y el ciudadano del Interior pasó a ser de segunda.
Pienso que hasta parte de esta actual corriente de autoritarismo, displicencia, sectorismo, voluntad de romper todo, vulgaridad y tantas otras, puedan ser una respuesta a la falta de libertad y opresión generada por el estatismo, la burocracia y el crecimiento de los acomodados al servicio del sistema paralelamente. ¿Por qué llega la izquierda al poder y comienza a tercerizar todo? ¿Sería solo un aspecto técnico o no habría un deseo inconsciente de romper la máquina burocrática opresora, esclavizante, fatídica? Porque también dentro de la izquierda hay gentes que ven sus limitaciones de crecimiento impuestas por un sistema agotado y perverso. Y digo más, hay muchos que no ven salida en su tiempo.
La inteligencia es un don, un atributo, y tenerla nos obliga a usarla en el buen sentido. Pero para aquellos que así creemos y que día a día sentimos la agresión por desconocer nuestra inteligencia y burlescamente tratarnos como a descerebrados, avisamos a la turba gobernante que su desprecio será el camino para su fin y también serán los grandes responsables de la postergación de un país viable. Rodolfo Angel Beccaría Pesce
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