Paysandú, Jueves 24 de Enero de 2013
Opinion | 18 Ene En las últimas horas, aunque no solamente, la violencia golpea a todos los sectores de la sociedad uruguaya. Por un lado, quince muertos en siniestros de tránsito, una creciente forma de violencia en la medida que --según estadísticas de Unasev-- el 95% son producto de errores humanos. Y dentro de estos, alcoholismo, estrés, consumo de sustancias ilegales y otros conllevan a desenlaces fatales donde mueren inocentes.
Por otro lado, en un partido de fútbol amistoso en Montevideo entre los dos principales equipos del fútbol uruguayo, incidentes en la cancha y fuera de ella. Un futbolista terminó procesado sin prisión, varios taxis fueron blanco de agresiones y un joven recibió un balazo mientras viajaba en un ómnibus rumbo al estadio, desde un camión con hinchas del otro equipo.
En el asentamiento La Capuera, en Maldonado, vecinos del lugar --tras la muerte en siniestro de tránsito de una joven residente del lugar-- provocaron disturbios y se enfrentaron a la Policía.
En la zona balnearia del Este, las principales noticias no provienen de la cantidad de turistas ni de la farándula presente, sino de los cuantiosos hurtos y robos.
En Paysandú, la ola de hurtos, robos y rapiñas no cesa, por el contrario se incrementa y ya no es posible --en algunas zonas-- mantener las ventanas abiertas porque a plena luz del día ingresan malvivientes en busca de cualquier valor.
Desde el Ministerio del Interior se sostiene –apasionadamente-- que Uruguay sigue siendo el país con menor impacto de la violencia y delincuencia. No hay que dudar de los informes oficiales y hay que darle crédito.
No obstante, esa parece una verdad a medias. Uruguay seguramente no es el país con mayor delincuencia de la región, pero no quedan dudas tampoco que esta ha crecido a niveles no conocidos, con una fuerte incidencia de la adicción a drogas como la pasta base y otras.
El deterioro de la sensación de seguridad en la sociedad uruguaya es algo concreto y contundente. Y el aumento de la delincuencia y de situaciones de violencia no solamente es una responsabilidad de la Policía y la Justicia, sino de la sociedad toda que no ha encontrado en los últimos años las herramientas para evitarlas, tales como educación, unidad, sentido de familia, fortalecimiento del concepto de ciudadanía activa.
La solución para nada es sencilla, pero debe comenzar por la represión porque es la que genera resultados concretos y rápidos. La sociedad enferma no se cura si no se erradican a quienes la enferman. Al mismo tiempo, hay que instrumentar las soluciones a largo plazo.
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