Paysandú, Viernes 25 de Enero de 2013
Opinion | 21 Ene “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”, decía Diógenes de Sínope, o también conocido como Diógenes el Cínico, el mismo que de día caminaba por las calles con un farol encendido buscando hombres honestos.
En los últimos días hemos escuchado y leído acerca de la crueldad en el trato a una niña de dos años, que vivía en una precaria vivienda en Villa Argentina, que un sábado a la noche corría por la Interbalnearia, con las manos atadas, desnuda, desnutrida y en pésimas condiciones de higiene. Villa Argentina es un lugar habitado, ubicado en el departamento de Canelones, y la niña de dos años no era la primera vez que se mostraba en esas condiciones, lo que significa que había otras personas que aunque observaban la situación, nunca dijeron nada. Hasta que casi la atropella un vehículo.
A partir de allí, su historia se hizo pública, comenzaron a trabajar los organismos pertinentes y actualmente se encuentra alojada en una dependencia del INAU, con pocas posibilidades de volver a su “hogar”. Uruguay es un país pequeño, donde el modo de vida de un vecino es conocido por la comunidad donde habita, fundamentalmente cuando se destacan sus condiciones sociales, tanto sea hacia arriba como hacia abajo y probablemente este caso no sea la excepción.
Y si de crueldad hablamos, quizás sea difícil comparar el maltrato a un ser humano con el que se brinda a un animal. Es el caso de “Paca”, la yegua que fue encontrada abandonada, con una pata trasera que contenía una herida tan profunda y crónica, que dejaba al descubierto su hueso. Allí, donde la dejaron, estuvo casi un día hasta que una ONG se ocupó de su estado sanitario y también de su destino.
Tenemos además las inexplicables reacciones ante los límites, la desaprensión en la convivencia, destrozos en bienes públicos o intolerancia al pensar diferente.
Y así podemos sumar conductas humanas que serán de muy difícil adjetivación, porque a veces el diccionario es limitado para definir un comportamiento que incluso se le torna difícil a los tratados de Psicología. En fin, habrá que apelar a los viejos sabios que desde la antigüedad vienen alertando sobre el continuo deterioro del “ser – humano” y sobre todo cuando se reitera –casi de memoria--, que a nuestra sociedad le faltan valores. Sin comprender que se logran como colectivo y no de manera individual. Por lo tanto, somos responsables de este flagelo.
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