Paysandú, Viernes 01 de Febrero de 2013
Opinion | 27 Ene Cuando todo nos sale mal, decimos: “Qué día más negro”; cuando una persona comete malos actos; “Qué alma más negra” o “Qué negro corazón”; cuando no vemos salida hablamos de “un negro porvenir”; si se comercializan productos prohibidos, de un “mercado negro”; y si es de cine que narra hechos delictivos, de “cine negro”. Y por si fuera poco, los científicos hablan del “agujero negro”.
Parece que todo lo malo debería ser negro. Quizás en eso se basa la campaña que acaba de ser lanzada en Uruguay por la Casa de la Cultura Afrouruguaya para reclamar que la Real Academia Española (RAE) elimine la expresión “trabajar como un negro”. Sostienen que la misma es discriminatoria y promueve el racismo, porque retrotrae a la época de esclavos.
En el Uruguay la población afrodescendiente asciende al 10% y es protagonista activa de la vida del país desde siempre. No obstante, las asociaciones de afrodescendientes sostienen que se continúan sucediendo episodios de discriminación racial que los perjudican. Uno de ellos es el ámbito de la inserción laboral, donde muchas veces a los afrouruguayos se los relega a roles y tareas de escasa remuneración y consideración social. La parte clave de la campaña es una pieza publicitaria que ya tiene repercusión a nivel internacional, protagonizado por figuras de diferentes ámbitos.
Campañas similares se han hecho (y seguramente se hacen), en otras partes del mundo. En México con el mismo perfil que en Uruguay, donde en un video los niños señalan al muñeco en el que confían, entre uno blanco y uno negro. Esta campaña repitió un experimento que se realizó en Estados Unidos, en la década de los años 30 por los sicólogos afroamericanos Kenneth y Mamie Clark.
En España en tanto, el énfasis se pone en el aumento de la criminalización de los colectivos más vulnerables de la sociedad, como son los inmigrantes, gitanos y personas de minorías religiosas y sociales, ante la crisis económica.
El racismo es una ideología que expresa la superioridad de una raza sobre otra en términos sociales, culturales, políticos y hasta biológicos. Claramente debe ser combatido con todas las herramientas. Nadie es mejor que nadie por el color de su piel. Ni por su altura, gordura o delgadez, nariz aguileña o romana, rostro con o sin acné, y tantas cosas que aparentemente dividen lo indivisible: somos seres humanos por igual más allá de que la apariencia nos desvíe la atención.
Uruguay es un país que tiene una construcción de identidad nacional compleja relacionada con la población negra. Y esa palabra está puesta ex profeso. Ni afrodescendientes ni afrouruguayos, simplemente negros. Como el resto de la población puede ser blanca o mestiza. Y en ningún caso hay racismo sino el reconocimiento de una característica, ni más ni menos que el color de la piel.
Es compleja nuestra identidad nacional porque no tenemos héroes negros; Ansina ha sido reducido a un lugar servil del “mejor de todos nosotros” y los libros de historia y de sociología sostienen que somos un país de inmigrantes europeos. Claramente, salteamos la importancia de la población negra en la construcción de la nación.
Pero, por otro lado, este es un país donde la población negra y blanca (además de los diferentes mestizajes) viven de manera fraterna, una nación donde “negro” es una expresión generalmente dicha “con buena onda”, un territorio donde la deformación del idioma ha llevado a usar “malas palabras” como amistosos saludos.
Entonces, conviene razonar más allá de la obviedad que todos debemos estar en contra del racismo cuando se plantea exigir a la RAE que elimine la expresión “trabajar como un negro”. ¿Es realmente racista esa expresión? ¿Es discriminatoria?
Pues desde este punto de vista, claramente, de ninguna manera. Se trata de una expresión idiomática, no de un acto de racismo. Pensar eso es realmente un exceso y responde a comportamientos inconscientes al analizar la realidad, como la tendencia generalizada de creer que un precio de $999 es inferior a $1000, cuando la diferencia es prácticamente irrelevante a la hora de pagar.
Todos los idiomas tienen expresiones que en alguna manera, desde una óptica extremista pueden tomarse como ofensivas, discriminatorias, racistas. Pero se usan despojadas de esos conceptos, forman parte de la cultura popular, que desvía su significado. Realmente, hasta que la campaña contra el racismo hizo énfasis en el carácter ofensivo de “trabajar como un negro”, pocos conectaban esa frase con la triste y horrenda etapa esclavista. Por el contrario, popularmente esa expresión era asimilada a “trabajo intenso, duro”.
No es razonable reivindicar a la población negra uruguaya desde el extremismo. No es bueno ningún tipo de extremismo, que termina generando discriminación donde probablemente no la hay. Si se plantea la sociedad desde ese punto de vista muy pronto estaremos recibiendo multas por cada insulto como le pasaba al juez Joseph Dreed en “El juez”, interpretado por Sylvester Stallone; metiendo presos a todos los adolescentes porque desde la construcción de su propia identidad discriminan al ponerle apodos sarcásticos a sus compañeros; o convirtiendo en paria a Luis Suárez porque le dijo negro a alguien que le dijo sudaca.
Peor aún, es un fundamentalismo propio de corrientes religiosas o políticas cerradas, que promueven la interpretación literal de un texto por encima de la contextual. Consideran la letra muerta como la autoridad máxima, sin tomar en cuenta circunstancias tales como las transformaciones del idioma y especialmente del valor que la sociedad le da a cada palabra o frase.
Si vamos a pensar la sociedad desde el extremismo, fácilmente podemos caer en el fanatismo ideológico que lleva --por ejemplo-- a quemar libros, que muchos asocian con Adolf Hitler en 1933, pero que también ocurrió en la China de Qin Shi Huang en 212 A.C., con los libros de alquimia de Alejandría en 292 por Diocleciano, o en la famosa “Hoguera de las Vanidades” a finales del siglo XV, en Florencia, promovida por Girolamo Savonarola. Quemar libros equivale a destruir la posibilidad de expresión de los demás; impone una sola forma de ver la existencia. Pedir a la RAE que elimine esta expresión es al menos extremista. Y, de todas formas, la sociedad no anda con el diccionario de la RAE para ver qué expresiones puede usar y cuáles no.
“Trabajar como un negro” no es una expresión racista. A menos que el racismo provenga de los propios negros. Lo que hay que pedir, la reivindicación que hay que hacer, es que los negros no sean tan racistas como para establecer ghettos de negros. Que comprendan que en este país somos simplemente uruguayos, que defiendan y se sientan orgullosos de su raza y el color de su piel. Que en este paisito con forma de corazón todos, absolutamente todos, deberíamos trabajar como negros un día sí y al siguiente también. Porque trabajar como negro enaltece, implica que no importa las dificultades ni las injusticias, ahí estaremos aportando al máximo de nuestras capacidades el trabajo diario. Impulsar esta nación requiere de eso. Del trabajo como negro de todos. Entonces, más que racismo, la expresión es el reconocimiento a una raza que enaltece a la sociedad toda, junto al esfuerzo de todos los colores de piel del resto de la población.
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