Paysandú, Domingo 03 de Febrero de 2013
Opinion | 29 Ene Por estas horas y desde hace una semana, el buque carguero Amambay, que ha iniciado en este mes de enero una experiencia piloto de transporte de trigo a granel desde el puerto de Salto hasta la terminal de Nueva Palmira para su trasbordo a buque de ultramar y exportación, se encuentra varado a pocos kilómetros de la capital sanducera, a la altura de Pepeají, con pocas expectativas de zafar de no repuntar sustancialmente el río.
Un trance lamentable, por cierto, pero que forma parte de los riesgos en todo lugar del mundo en que haya trasiego de mercadería en barco, sujeta a los avatares de las condiciones de navegabilidad de los cursos de agua y los factores como los condicionamientos meteorológicos, entre otros elementos posibles de afectar este tipo de transporte.
En este caso la apuesta de la empresa Gibamar, de capitales salteños, constituye la incorporación de un instrumento logístico olvidado por décadas, sobre todo al norte del puerto de Paysandú por las dificultades de calado en los pasos críticos como los de Guaviyú y El Hervidero. Pero las circunstancias hicieron que la conjugación de una fuerte tormenta y la falta de señalización desviaran el buque hacia un banco de arena en otro tramo del río.
De todas formas estamos ante un aspecto episódico, que no hace a la esencia del emprendimiento conjunto de empresarios y productores agrícolas de una vasta zona salteña que han asumido que era preciso dar este paso trascendental. Se trata de una experiencia piloto que debería ser el primer eslabón de una cadena logística para mejorar la ecuación económica de los productores, en un aspecto vital como es el flete para cargas de gran volumen.
Y si bien puede ser una experiencia frustrante --como lo es-- para quienes han abordado un acometimiento de riesgo, no es menos cierto que todo camino nuevo tiene sus dificultades, y que no será el primer ni el último barco que vare en el río Uruguay y en otros cursos de agua de la región, como ocurre por ejemplo en la hidrovía Paraguay-Paraná, lo que no significa que haya que desechar el instrumento ni mucho menos.
De lo que se trata es de hacer experiencia, de que el tropiezo de hoy sea un punto de apoyo para hacerlo mejor mañana, y reafirmar la validez de la apuesta logística para una producción que necesita imperiosamente canales de salida para ser más competitiva.
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