Locales | 02 Feb Durante todo el día se conmemoró ayer el vigésimo cuarto aniversario del fallecimiento de Eduardo Franco, uno de los seis magníficos; la voz y el verbo de Los Iracundos. El acto central tuvo lugar en el busto en su memoria, ubicado en avenida España a pasos de Bulevar Artigas, bajo un Sol implacable, aun a las 18.50.
Unas 30 personas se reunieron para con una flor recordarlo, tomarse fotografías, conversar con otros fanáticos y hacer presencia, tributando homenaje a alguien que en muchos casos ha llenado sus vidas, con canciones inolvidables para todos.
Los presentes procedían de diversas partes de Uruguay, Argentina, Chile y Perú, pero pocos eran sanduceros. Tampoco había familiares directos, pero esto era ya esperado, dada la reciente desaparición física de Sergio Franco, su hijo, conocido como Eduardo Jr.
Luis Mazza dio palabras de presentación para introducir al diácono de la Iglesia Católica Miguel Ángel Toledo, de Curuzú Cuatiá, Corrientes. Habló de la humildad de las estrellas. Y sin quererlo quizás explicó la ausencia de tantos sanduceros que sin duda quieren y escuchan aún la música de Los Iracundos. Habló del Eduardo que podía caminar libremente por las calles de su ciudad. Habló de esas otras estrellas que hoy se apretujan detrás de sus guardaespaldas. Eduardo era un vecino más cuando volvía a su ciudad. Igual que el resto de “Los Iracundos”.
Después habló Daniel Escondeur y recordó que tiene cita cada febrero en Paysandú para homenajear a Eduardo Franco.
Mientras tanto, el Sol impiadoso hacía transpirar a todos pero nadie se apartaba; todos con sus flores en la mano. Hasta que llegó el momento de cubrir la base del busto. Y de las fotos. Y los intercambios de cámaras.
Erika Vergara y Ana María Hernández son dos amigas chilenas, de Valparaíso y Viña del Mar respectivamente, dos ciudades muy cercanas con costas sobre el Pacífico. Fue la tercera vez que llegaron a Paysandú para el homenaje a Eduardo. La primera en 2004, la segunda el año pasado y ahora en 2013.
Ana María Hernández integraba “un grupo que cantaba solamente temas de Los Iracundos. Yo era la cantante y la única mujer en el grupo, y eso era lo raro, porque no es común que una mujer cante temas de hombres”.
Ninguna de las dos vio a Los Iracundos en vivo, y Erika Vergara aún recuerda por qué no pudo cumplir ese sueño. “Tenía un pololo (novio), que me invitó a ir a ver Los Iracundos cuando fueron a Valparaíso al (gimnasio) Fortín Prat. En ese tiempo las madres eran tan posesivas que no dejaban salir con libertad. No me dio permiso para ir. Hasta ahora me arrepiento. Nunca voy a dejar de arrepentirme por haberle obedecido”, relató.
Azucena Salgado es de la capital de Córdoba y ha venido a Paysandú cinco veces desde 2010, siempre por cosas relacionadas con Eduardo Franco y Los Iracundos. Desde pequeña escucha su música, aunque “era chica y no me dejaban ir a los eventos en los que estaban Los Iracundos. Pero era la música que escuchaba en mi casa, en los asaltos con mis amigos”.
Curiosamente, “estuve con Sergio Franco una semana antes de su muerte. Le mostré fotos de un viaje que había hecho a Tierra del Fuego”, contó y proclamó: “Mi amor por Paysandú va creciendo año a año, porque los sanduceros se me van pegando; son buenos anfitriones”.
La mayoría de los visitantes extranjeros piensan volver el próximo febrero. Varios cuando llegan a sus ciudades comienzan a pensar en el presupuesto para volver a Paysandú. Allí estaban recordando un momento triste pero felices por la música que les ha quedado. Mientras una camarógrafa no dejaba de hacer tomas, en un trabajo de investigación para un posible documental sobre Los Iracundos.
El calor fuerte y molesto no cesaba. Tampoco la sirena de la alarma de un automóvil cuyo propietario andaría quien sabe dónde (pero lejos, seguramente lejos). Autos y motos pasaban y miraban curiosos. No era tan raro, era por amor. A la vida fructífera de un cantante sanducero, a su música. Y a lo que esas canciones han provocado en millones de personas.