Paysandú, Viernes 08 de Febrero de 2013

No eran medidas mágicas y así nos va

Opinion | 06 Feb La inflación de enero superó los cálculos más pesimistas y se disparó 1,9 por ciento en el primer mes, con lo que en el acumulado del año a enero alcanzó a 8,72%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgados el lunes, en tanto en diciembre la inflación anual había cerrado en 7,48% por la deflación de ese mes.
Los analistas estimaban como promedio, de acuerdo a la encuesta de expectativas del Banco Central, que los precios tuvieran un incremento de 1,1% en enero, en tanto los más pesimistas establecían un máximo del 1,5 por ciento, teniendo en cuenta la forma en que se generó la deflación de 0,73 por ciento en diciembre.
Para empezar, no tuvimos “deflación” --una inflación negativa-- en diciembre, sino que lo que el gobierno generó fue un Indice de Precios al Consumo (IPC) en el período que lo hizo retroceder en el año al 7,48 por ciento, en base al cual se establecerán pautas de aumentos en los Consejos de Salarios.
Pero solo se trató de un “maquillaje” que no puede catalogarse de una manipulación del IPC al estilo del gobierno de Cristina Fernández, sino de medidas heterodoxas y temporales adoptadas por el equipo económico, en base a un acuerdo de precios por un mes con supermercados y grandes cadenas para mantener congelados y hasta rebajar un listado de productos, que permitiera un alto en la inflación, mientras por otro lado se redujo la factura eléctrica en base al Plan UTE Premia.
En economía, sin embargo, no es posible hacer trampas ni multiplicar los bienes como en el relato bíblico, y lo que se hizo con estas medidas fue postergar los aumentos por un mes, simplemente. Una vez cesado el acuerdo, al volver a las facturas normales de UTE –encima con un aumento del 6 por ciento-- nos encontramos con una explosión de precios con sumatoria de dos meses, en el mejor de los casos, y con un principio nada menos que del dos por ciento para el primer mes del año.
Discriminado por rubros, tenemos que el fuerte incremento de enero se debió a un alza en los precios de vivienda (7,21%) —impulsados por subas en alquileres, impuestos, gastos comunes y electricidad al dejar de aplicarse el plan UTE Premia— junto con alimentos y bebidas (1,58%) —principalmente cortes de carne y panificados, afectados por la suba del trigo debido a la mala cosecha— y transporte (1,52%) debido al alza de las patentes.
La suba del Índice de Precios al Consumo (IPC) en enero más que duplicó la variación registrada en igual mes del año pasado, que había sido de 0,74%, según publicó este lunes el Instituto Nacional de Estadística (INE). En ese entonces el acumulado de 12 meses había sido de 8,05%.
El presidente de la República, José Mujica, sostuvo la semana pasada en su audición que “no contener la inflación es perjudicar a los sectores más débiles que no pueden remarcar (los precios)”, y consignó que su gobierno va a “luchar abiertamente” y “acudiendo a todos los recursos disponibles” contra la inflación “porque sencillamente no hacerlo es perjudicar a la masa de asalariados”.
Paralelamente, el departamento de Estatales y Municipales del Pit Cnt se lanzó de lleno a la cruzada de modificar los índices que determinan el incremento de salarios tras “las maniobras” y “maquillajes” que resolvió el gobierno para frenar la inflación, según denunciaron.
En este caso tiene razón en sus apreciaciones la central sindical, que defiende los intereses de los gremios afiliados, pero naturalmente, ello no significa que las respuestas que pide respondan al interés general, que sería el de contener la inflación al mismo tiempo que aumentar el poder adquisitivo de la población, mejorar los niveles y calidad del empleo, aumentar la competitividad y la productividad, en aras de sostener el crecimiento con desarrollo, como las premisas que es preciso conciliar.
Ahora, para hacer frente a la inflación galopante, hay sectores del partido de gobierno que promueven un aumento de impuestos para mantener y aún aumentar el gasto público, lo que es un delirio y un suicidio, cuando éste se ha disparado un diez por ciento y ha aumentado notoriamente el déficit fiscal.
Este es precisamente uno de los disparadores de la inflación por el mayor costo que impone a los sectores productivos de bienes y servicios, pese al dólar “planchado” utilizado como ancla que igualmente no logra contener la escalada de precios porque los costos internos siguen creciendo.
No hay medidas mágicas contra la inflación, salvo que pueda producirse a menor costo mayor cantidad de bienes y servicios para ponerlos a disposición de los consumidores y mejorar la calidad de vida, lo que es imposible con el sobrecosto que aplica el Estado a los uruguayos, del sector que sea, salvo aquellos que no pagan impuestos de ningún tipo y solo reciben dádivas y asistencialismo.
Pero en este rumbo, cuando la buena racha en el contexto internacional --como se insinúa-- tienda a disiparse, nos quedará solo la espuma y la sensación de frustración por no haber aprovechado el momento y seguir gastando sin medida. Por lo tanto, es de esperar que el ministro de Economía sepa decir que no a los que quieren seguir aumentando el gasto y, en cambio, con medidas reales contra la inflación defienda a los sectores de menores ingresos, a los que solo el rubro alimentación --que es el que más ha crecido en el año-- les devora los aumentos salariales y de prestaciones y les hace rendir cada vez menos los pesos en los supermercados y el almacén del barrio.


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