Paysandú, Domingo 17 de Febrero de 2013
Opinion | 11 Feb El viernes pasado se entregó la última agresora de Tania Ramírez, que se encontraba prófuga, y que en el video del boliche Azabache queda claramente identificada, dándole un fuerte cabezazo. Esta mujer quedó emplazada para el 21 de febrero, cuando el juez de la causa, Juan Carlos Fernández Lecchini, fije la próxima audiencia.
Las otras tres participantes en la riña se encuentran alojadas en el Centro Metropolitano de Rehabilitación Femenino, procesadas por el delito de lesiones graves, que de acuerdo al Código Penal, lo define como una enfermedad que ponga en peligro la vida o provoque una incapacidad en la persona ofendida, la debilitación permanente de un órgano o un sentido, entre otros aspectos.
Luego del fallo de la Justicia, Ramírez pidió en una conferencia de prensa redoblar el esfuerzo para comprobar que fue un acto de racismo en una pelea que ocurrió cuando Ramírez y el grupo de mujeres le hicieron señas a un taxi que le paró a las últimas mencionadas. Luego del entredicho y el enfrentamiento, Ramírez quedó internada con laceración en el hígado.
A partir de allí, comenzaron una serie de exposiciones mediáticas, quitando del centro el grave problema que aqueja a la sociedad uruguaya. La violencia en sus diversas manifestaciones, tendrá mayor o menor visibilidad en función del agredido y también variados dictámenes, tal como ocurrió en oportunidad del partido clásico por la Copa Bimbo y la agresión del arquero Jorge Bava hacia un efectivo policial.
La masificación de criterios y de lo políticamente correcto nos lleva a pensar que la agresión a la salida de Azabache no es la primera ni lamentablemente la última. Las situaciones de violencia a la salida de los boliches en cualquier parte del territorio es común y queda “todo ahí” para no “tener problemas”. O en la cuadra siguiente al boliche y ahí servirá el argumento de “adentro del boliche no pasó nada. Si ocurrió afuera, escapa de la responsabilidad de la empresa”.
Como sociedad estamos asistiendo a la vulnerabilidad de criterios para algunos problemas graves, que dejan en evidencia los huecos provocados por tantos años de desidia. Y el alcohol, que probablemente sea otro factor preponderante a la hora de hablar sobre una sociedad violenta. Racismo o no, pelea callejera o no: violencia igual.
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