Opinion | 20 Feb Aunque según el almanaque recién estamos a mediados de febrero, la realidad es que falta menos de un mes para terminar el verano y apenas unos días para el comienzo de las clases de Primaria y Secundaria. De acuerdo a la tradición sanducera, cuando esto suceda automáticamente las playas quedarán desiertas y ya nadie osará introducirse en el agua. Entonces, desde el punto de vista del disfrute del río, esta temporada “ya fue” y ahora estamos pensando en la próxima Semana de la Cerveza, los espectáculos que traerán, el costo de las entradas y si Petinatti será nuevamente el conductor en el Anfiteatro.
Por lo tanto estamos en condiciones de hacer un análisis parcial de lo que fue esta temporada, que según nuestra percepción ha sido la de menor convocatoria en el río desde que se rehabilitaran las playas en 2003. Esto puede deberse a muchos factores, como la creciente que durante varios días cubrió la costa, o el hecho que cada vez más sanduceros pasan sus vacaciones en el Este. Pero también se ha dado que en esta oportunidad hubo muchos menos atractivos para estar en la playa, no hubo actividades ni espectáculos en la costa, tampoco nada para hacer en el agua excepto bañarse. Incluso en playa Park el parador fue adjudicado tardíamente, y estuvo inhabilitada para baños durante demasiado tiempo.
También es verdad que la población no se ha volcado a la playa como en años anteriores. Nunca se vio una multitud ocupando la arena, e incluso en los días de semana no va casi nadie. Y los que van, aparecen recién cuando el sol ya está bastante bajo hacia el poniente.
Del otro lado del río la cosa es muy distinta. Decenas de miles de personas disfrutan a pleno de las playas de Colón; el río así como las islas próximas desbordan de actividad en lanchas, kayacs, gomones, juegos inflables, embarcaciones de todo tipo, parapentes tirados por motos de agua, etcétera. Todo el día hay gente, sin importar el sol, las nubes, la hora, el día. Hay de todo para ver, hacer o escuchar. Y la gente responde, sean turistas o lugareños. Cuando acá nadie concurría al balneario tras la creciente y estuvo inhabilitado más de una semana para “limpieza y adecuación” del predio, en Colón no cabía un alfiler.
¿Por qué allá la población se vuelca a la costa, mientras que acá no va nadie? ¿Es porque los turistas no vienen? ¿Es culpa de la Intendencia? ¿El problema es la inseguridad? ¿Es la idiosincrasia sanducera? ¿Se debe a la falta de apoyo de los empresarios locales?
Son muchas preguntas y posiblemente todas tienen algo de verdad. Si queremos rescatar la costa para las próximas temporadas, habrá que encarar las cosas en serio y con tiempo. Este verano ya es historia.