Paysandú, Viernes 22 de Febrero de 2013
Opinion | 15 Feb Finalmente el ministro de Salud Pública, Jorge Venegas, dejará su cargo, atento a que no reúne los requisitos exigidos por la Constitución de la República para ejercer tal cargo. Es chileno y no ha cumplido aún siete años como ciudadano legal. Esta situación fue denunciada por el senador colorado José Amorín, pero de inmediato no se tomó decisión alguna, sino hasta que el Partido Comunista decidiera retirarlo y poner en su lugar a otro dirigente electo por la cúpula comunista.
Habitualmente, cuando se vota determinado candidato a presidente de una nación, se lo hace convencido que será el jefe del Poder Ejecutivo, que sus decisiones serán definitivas. Acertadas o equivocadas, pero propias. Será quien cuando tenga que sustituir a un ministro tomará el teléfono para hablar personalmente con quien cree será buen sustituto.
También se cree que los ministros responderán al presidente y a su línea de acción, no a un sector o partido político. Todo eso se cree cuando se deposita el voto en la urna el último domingo de noviembre para con ese acto tan simple y sencillo, se arme el entramado democrático del cual sale electo el presidente de gobierno.
El “caso Venegas” empero expone intrigas palaciegas y juegos de poder detrás del poder. Es bien sabido que el Frente Amplio es un conglomerado de partidos y que no todos tienen la misma ideología --las hay claramente enfrentadas-- que se unieron para obtener una masa votante considerable al punto de llevarlos al poder, tal cual el proyecto original de 1971, cuando fue fundado.
Pero más allá de eso, desde que internamente apoyaron todos a José Mujica, lo lógico hubiera sido que tuviera el poder al menos de elegir a sus ministros. Pero bien parece que no. Fueron dirigentes del Partido Comunista quienes ayer se reu nieron para presentarle nombres para sustituir a Venegas. Y no se trata de un cargo menor en medio --por ejemplo-- de la lucha contra el mosquito aedes aegypti, temible enemigo portador del dengue, que rodea a Uruguay como los indios al fuerte.
No es el presidente quien hace cumplir la Constitución; es el Partido Comunista el que toma la decisión y al mismo tiempo reclama mantener ese trozo de poder político. El ministro de Salud Pública no será entonces el mejor, solamente será el mejor apreciado por el Partido Comunista. Qué partido en realidad no importa, sino que preocupa lo que trasciende. Que el presidente no tiene realmente el control; que cada cual cuida su chacra y no está dispuesto a reducir su espacio de poder. Un panorama preocupante.
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