Paysandú, Viernes 22 de Febrero de 2013
Opinion | 16 Feb Durante el pasado año la actividad industrial tuvo una fuerte desaceleración, al crecer solo un 1,6 por ciento en el período. Aunque no podríamos decir naturalmente que estemos ante una muerte o siquiera una agonía, sí podemos señalar que estamos ante una enfermedad persistente, que de no ser debidamente atendida derivará en patologías graves que pudieron haberse evitado.
Esta caída se ha hecho sistemática, al punto que la preocupación por el rendimiento de la industria llegó hasta el propio Consejo de Ministros que se efectuó el miércoles, e incluso el presidente José Mujica solicitó que se convoque de forma urgente al gabinete productivo para definir cuáles empresas están con dificultades y qué medidas se pueden instrumentar para contribuir a sacarlas de su situación.
Participantes en la reunión dijeron a El País que quedó en claro que preocupa al gobierno aumentar los niveles de producción en general y estimular sobre todo el crecimiento de la economía con valor agregado.
Llama la atención que recién en los comienzos de 2013 se manifieste realmente preocupación y se analicen eventuales medidas para la industria, e incluso pasar a hacerlo por sectores o empresas en particular, cuando no puede ser un secreto para nadie que las empresas que incorporan mayor valor agregado, como es el caso de la industria, hace rato que están seriamente afectadas en su rentabilidad, como es el caso de agroindustrias de Paysandú, y que los costos internos han socavado su competitividad para el caso de las de exportación y para las que deben competir con productos similares de importación.
Mientras esto ha acontecido, desde el Poder Ejecutivo se ha hecho hincapié en que la producción ha seguido creciendo todos estos años, cuando en realidad se está hablando de los productos primarios para los que tenemos ventajas comparativas para producir, sobre todo los granos, la madera, la carne, que reciben buenos precios por la favorable coyuntura económica, pero que a la vez incorporan poco y nada de valor agregado.
Y si bien en la industria hay sectores que están peor que otros, el panorama de pérdida de competitividad y deterioro de la situación económica es el común denominador. Esto indica que si se está pensando solo en medidas con nombre propio de empresas, es que no se ha comprendido realmente cual es la situación y la tendencia irreversible de deterioro que se ha manifestado hasta ahora.
Las gremiales del sector han transmitido recientemente al Poder Ejecutivo planteos referidos a la necesidad de rebajas de algunos tributos, como así también aumentar la devolución de impuestos a las exportaciones para los sectores más afectados. Pero el punto es que la actividad de las industrias exportadoras cayó un 1,8 por cierto durante 2012, y además de la competitividad incidieron las restricciones aplicadas por países vecinos como Argentina.
Realmente cuesta creer que a esta altura esté preocupando al gobierno la situación de “algunas” industrias, cuando estamos ante un problema general que solo no ve quien no lo quiere ver o tiene sus prioridades trastrocadas. Ello ocurre porque simplemente el Uruguay es caro para producir, por todos los insumos que se han encarecido en dólares --incluyendo a los salarios--, y ello se ve a la hora de cotejar precios con nuestros competidores en el mercado internacional y en las góndolas de los supermercados en los que los artículos de fabricación nacional no pueden competir con los importados, ante el tipo de cambio deprimido.
Lo puso claro el presidente de la Cámara de Industrias (CIU), Ernesto Carrau, al subrayar que hay que pensar en soluciones más profundas que las que se menciona por el gobierno, y señaló que a sectores que enfrentan un dólar bajo y un aumento permanente de los costos en pesos no se los arregla con un aumento del reintegro de las exportaciones, por cuanto “será una ayuda pero no arregla la situación”.
Este es precisamente el panorama que se presenta en la industria, cuyo desempleo aumentó al 20 por ciento el año pasado y se mantiene la tendencia. Y si en el equipo económico, en la Administración Mujica, no se asume que hay que hacer algo realmente efectivo cuanto antes, en lugar de seguir pateando la pelota para adelante, con algunos beneficios puntuales a los más afectados, es porque no se ha entendido nada de lo que pasa en la economía del país, o creen que ya es tarde para corregir el rumbo. Cualquiera de las dos posibilidades no dejaría margen para el optimismo en el futuro inmediato, lamentablemente.
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