Opinion | 23 Feb Sin dudas que uno de los grandes desafíos que tiene planteado el país refiere a la incorporación de valor agregado a los materias primas para las que cuenta con grandes ventajas comparativas para producir, entre las cuales la madera es una de las más importantes a partir de la explosión del sector desde la puesta en vigencia de la Ley de Desarrollo Forestal sobre fines de la década de 1980.
Las plantas de celulosa, que procesan grandes volúmenes de madera y la mayor parte de nuestra producción forestal, generan cierto valor agregado, con aporte de infraestructura y puestos de trabajo en áreas de apoyo como el transporte, pero emplean poca mano de obra en sus respectivas plantas --que además están en predios de zona franca--, y por lo tanto no promueven el gran salto diferencial que se necesita, por cuanto las que sí emplean personal y tecnología de avanzada son las fábricas de los países desarrollados que elaboran papel y otros derivados de la pulpa de celulosa.
Por lo tanto, en Uruguay el valor agregado que se genera por esta materia prima gira en torno a los aserríos y el chipeado y muy poco más, porque la madera de nuestros montes no se emplea masivamente en la industria del mueble y carpintería de obra, como sería de esperar, y tampoco en la fabricación de casas, como se hace en otras latitudes. En cambio sí es promisorio el desarrollo que ha tenido la industria del contrachapado, cuyas fábricas se han instalado en Tacuarembó, en plena zona maderera, pero a un desarrollo promisorio hace unos años le siguió una aguda caída a partir de 2008, cuando la demanda de este producto desde Estados Unidos se redujo abruptamente ante la crisis internacional.
Pero tras este escenario negativo, se ha logrado recuperar la demanda y es así que la comercialización de tableros contrachapados hacia la nación norteamericana creció un 35 por ciento el año pasado. También se ha revitalizado la venta en el mercado local, en tanto los empresarios del sector esperan un crecimiento de las ventas en 2013.
Este aumento del 35 por ciento ha significado que las exportaciones llegaran a 73 millones de dólares contra los 54 millones del año anterior, y si bien por ahora la mejora en Estados Unidos no es explosiva, sí hay buenas expectativas en el mercado mexicano, ya que ante el Tratado de Libre Comercio (TLC) con ese país, esa mercadería ingresa sin arancel.
Una buena señal, por lo tanto, para un sector que mucho necesita salir de la exportación de materia prima para darle procesamiento y valor agregado, lo que significa trabajo dentro de fronteras, reciclaje de riqueza y sobre todo, un aliciente para los empresarios que han apostado a la industrialización en lugar de quedarse en lo más fácil.