Opinion | 18 Feb Ante el sostenido aumento de la inflación y el fracaso de las medidas que se han intentado, el gobierno argentino procura últimamente como “solución” la congelación de precios por 60 días, con un férreo control sobre los empresarios que a su juicio violen esta medida.
Naturalmente, teniendo en cuenta el resultado que han dado estas políticas que pretenden atacar las consecuencias pero no las causas del aumento desmedido de precios, la administración de Cristina Fernández ha recibido fuertes críticas de economistas, incluso de los alineados con el gobierno, teniendo en cuenta que estos intentos se han hecho muchas veces en la historia reciente, siempre con malos resultados.
Para Gabriel Caamaño, analista de Consultora Ledesma, “la aplicación recurrente de acuerdos, controles y/o congelamientos en un contexto de alta y sostenida inflación termina por lesionar el normal funcionamiento de las cadenas productivas y los canales de distribución y comercialización”.
Una de las primeras consecuencias de esta medida son los síntomas de escasez (la semana pasada ya hubo góndolas vacías). Al principio se atribuyó el problema al feriado largo del Carnaval, pero luego se asumió que no se trata de una situación pasajera y generó inquietud en el gobierno.
Los funcionarios del gobierno citaron a los ejecutivos de los supermercados, quienes argumentaron que las grandes empresas productoras de alimentos les envían sus mercaderías con el precio remarcado; éstos a su vez culpan a los proveedores de insumos y a los mayores costos de transporte y logística. Seguramente todos tienen razón.
El país ya lleva cinco años con inflación superior al 20% y todos los sectores de la economía han desarrollado una indexación automática para protegerse de la pérdida de poder adquisitivo. Incluso aquellos optimistas que creen que el gobierno sí podrá tener éxito en garantizar precios congelados durante dos meses, advierten sobre el “efecto del día 61”, cuando prevén que se producirá un aumento brusco que refleje la inflación reprimida.
Este es precisamente el punto, porque más allá de los manejos por razones de política interna para lograr una menor demanda de aumentos salariales de los sindicatos y así “enfriar” la demanda, notoriamente lo que se hace es apretar la tapa de la olla a presión, que cuando llegue el momento deberá aflojarse para que no explote todo.