Paysandú, Domingo 24 de Febrero de 2013
Opinion | 22 Feb Del equipo inicial de gestión que inició el recorrido en agosto de 2010 con Bertil Bentos algunos han ido quedando por el camino, ante sucesivos cambios que se produjeron entre los jerarcas. Fueron removidos Heriberto Ghibaudi en Cultura, Marcelo Tortorella en Turismo y Flavio Fuccaro en Obras. Y Manuel Bercianos abandonó la Unidad de Energías Renovables para volver a la actividad privada. Ahora en Obras, hay cambios de posición pasando el actual director de Vialidad, Eduardo Costa a Planeamiento Urbano e ingresando en su lugar Daniel Viola. Asimismo, José Farinha suplantará a Elbio Andrioli en la subdirección de Vialidad.
También el equipo de gestión de José Mujica ha sufrido cambios. Se han ido --o los ha removido-- la ministra de Desarrollo Social, Ana Vignoli, de Turismo, Héctor Lescano, de Vivienda, Graciela Muslera, de Salud Pública Jorge Venegas y directores de empresas públicas como Gerardo Rey de UTE. En este último caso, el presidente había prometido que de ahí en más si el principal de cualquier cargo era removido, también caería el segundo, porque “son un equipo”, pero ciertamente eso nunca más se cumplió.
Sin duda que cuando una autoridad electa, sea el presidente de la República o el intendente de un departamento toman la decisión de retirar o pedirle la renuncia a un jerarca de confianza ponen en marcha algunos mecanismos contradictorios. Por un lado, abren camino a la renovación, aire fresco para concretar iniciativas o proyectos que el saliente no logró alcanzar. Pero por otro, desatan el Hades para que la oposición se regocije y critique los cambios en el poder, hablando generalmente de piezas que caen en un tablero de ajedrez.
En verdad, lo que habla bien de un gobernante es que ensaye cambios en su equipo de gobierno si éste no le está dando resultados. Los hombres y mujeres que se eligen al comienzo de gestión no tienen por qué tener asegurado el lugar hasta que termine el período. A veces se termina en eso por amistad, por bandería política; pero lo cierto es que quien asume un cargo público debe cumplirlo a cabalidad por encima de amistades y partidos políticos.
Por tanto, más allá de que los cambios de gabinete nacional o departamental causen algunos traumas internos, es mejor llevarlos adelante tan pronto se detecte que quienes están en tal o cual cargo no están debidamente preparados para ejercerlos. Buena cosa es que Mujica haga cambios en su equipo de gobierno. Buena cosa es que Bentos lo haga a nivel departamental. Quien cambia quiere mejorar la gestión. Y ese es el deber de todo gobernante, independientemente del nivel en que se encuentre.
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