Paysandú, Martes 26 de Febrero de 2013
Opinion | 26 Feb El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre, al hablar en una conferencia celebratoria de los 25 años de aprobación de la Ley de Desarrollo Forestal, evaluó que no hay ningún sector en la economía nacional que haya formalizado tanto empleo en tan poco tiempo, lo que es un aporte muy positivo no solo en cuanto a incorporación de mano de obra directa e infraestructura, sino en cuanto a formalización, con todo lo que ello significa en cobertura provisional y de seguridad social para el trabajador.
Y aunque tiene razón el secretario de Estado, en el sector todavía falta dar el salto de calidad que permita la generación de valor agregado a la materia prima, que es precisamente el mayor generador de fuentes de empleo genuinas y reciclador de riqueza en el medio rural, sobre todo, de lo que tenemos algunos ejemplos, aunque escasos.
En los últimos años igualmente la actividad forestal ha atravesado coyunturas complicadas debido a la crisis internacional, sobre todo en Estados Unidos y Europa, con descenso de la demanda y de los precios, pero no existe emprendimiento de riesgo que no conlleve afrontar avatares, por mejor perfil que tenga en el mediano y largo plazo.
Ahora, sin duda que los montes para explotación forestal no aparecieron porque sí de la noche a la mañana, y más allá de las dificultades inherentes a toda actividad productiva, aún en las que --como la madera-- Uruguay tiene ventajas comparativas para producir, es motivo de celebración sin duda que al fin y al cabo la Ley de Desarrollo Forestal sea hasta ahora la única política de Estado que ha sabido darse el sistema político de nuestro país.
En diciembre precisamente se cumplió el cuarto de siglo de esta norma aprobada por la unanimidad de los partidos políticos con representación parlamentaria, y cuya instrumentación ha tenido una repercusión positiva creciente con el paso de los años, al ameritar por ejemplo que tengamos ya unas 800.000 hectáreas implantadas para industrialización, con las consecuentes exportaciones, generación de empleo e inversiones.
El sector se ha ido desarrollando a partir de las condicionantes de promoción contempladas en la ley original, y ha logrado crecer y mantenerse pese a que indudablemente la infraestructura del país no estaba preparada para apoyar emprendimientos de estas características.
En el caso de las áreas que incorporan mayor valor agregado, evidentemente la industria del contrachapado es la que conlleva un mayor grado de procesamiento y la que más ha sufrido la crisis en Estados Unidos, porque a la vez produce insumos para casas y muebles que tienen el mayor mercado en el país del norte.
Alvaro Molinari, gerente de operaciones de Weyerhauser, señaló a El Observador que el mercado se mantiene “deprimido”, pero con algún signo de recuperación tímida” y es así que la lenta recuperación de Estados Unidos aplaca en algo la debacle de Europa, donde no se ha logrado recuperar la demanda precrisis. “La estrategia es diversificar para seguir subsistiendo, y llevar lo mejor posible esta crisis, muy, pero muy prolongada. En términos relativos se está mejor, pero lejos”, evaluó.
Igualmente, el gran mercado es todavía Estados Unidos, y al no recuperarse completamente tras la crisis por la burbuja inmobiliaria, la demanda de madera procesada no ha llegado ni cerca de la que se tenía antes de la depresión, en tanto en lo que refiere al mercado asiático, también se nota el problema de la caída de demanda en Europa, hacia donde canaliza su producción.
A estos elementos se suma, y en un grado nada despreciable, la caída de la competitividad uruguaya en general, por los altos costos internos y la baja relación cambiaria, en tanto también se debe enfrentar a un Brasil que ha devaluado y a una Argentina que sigue interponiendo traba tras traba.
Y parte de la falta de competitividad, además de los altos costos internos del Uruguay, corresponde al déficit en elementos logísticos adecuados, lo que encarece el traslado de esta materia prima, con una notoria ausencia del ferrocarril como medio barato para el transporte de cargas de gran volumen y bajo valor relativo, y el requerimiento de una mayor presencia del transporte fluvial, dejado de lado durante décadas y que es una alternativa válida en el esquema.
Es decir, tenemos luces y sombras en la explotación forestal, en parte debido a problemas de infraestructura, también por los altos costos que aplica el país y la baja relación cambiaria, con mercados que no pagan mejores precios por caída en la demanda, lo que es compensado parcialmente por las ventajas comparativas para producir.
Las expectativas inmediatas se centran en contar con un mejor entorno internacional, y sobre todo que al mismo tiempo todos los actores públicos y privados trabajen concienzudamente, a fin de reducir costos y generar condiciones imprescindibles para incorporar mayor valor agregado, que es el salto de calidad todavía pendiente, entre otros problemas a superar.
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