Paysandú, Viernes 01 de Marzo de 2013
Opinion | 27 Feb En más de una ocasión hemos señalado que el gran desafío que se plantea al país, en período de bonanza originado en el favorable entorno internacional --ahora en declive luego del empuje de varios años-- es el de hacer las cosas bien para sostener el crecimiento de la economía con desarrollo, es decir el crear las condiciones para hacer sustentable la mejora en la calidad de vida de la población, del empleo y el mejor uso de los recursos naturales con valor agregado, sino también disponer medidas de fondo, de carácter estructural, para superar la dependencia crónica de los ciclos internacionales.
Por supuesto, cuando siempre se está corto de recursos, este desafío implica elegir entre una serie de prioridades y urgencias, y por lo tanto se está ante un abanico de opciones de carácter cortoplacista y las cosas importantes a prever en el mediano y largo plazo, en un intento que no debe ser cargado solo sobre las espaldas de un partido, sino que debe generar las bases para un entendimiento de carácter interpartidario y promover políticas de Estado que hagan sustentable un derrotero a mediano y largo plazo.
En entrevista con El Observador, el economista Luis Bértola --doctorado en la Universidad de la República y en Historia Económica en la Universidad de Gottenburg, Suecia-- sostiene que la economía uruguaya siempre se ha caracterizado por ser de baja dinámica, que ha perdido posiciones respecto a los países líderes desde el Siglo XIX, y “hemos alternado períodos de crecimiento con crisis muy profundas, que es lo que se llama alta ciclicidad o alta volatilidad, que no es solo patrón de Uruguay, sino de toda América Latina”.
Evaluó que “el gran desafío es mantener este crecimiento, hacerlo constante y continuo. Y cuando uno tiene una tasa de crecimiento alta durante varias décadas es cuando se pega el salto”, pero a la vez consideró que las bases de sustento de este crecimiento son las mismas y muchos de los problemas que llevaron a esas crisis anteriores hoy siguen estando latentes. El principal tema es la especialización productiva, la dependencia del país de unos pocos rubros de exportación, cuya demanda y precios tiende a ser volátil”.
Pero a la vez hace énfasis el economista en la debilidad de la dependencia de las materias primas sin industrializar, que es un flanco débil de un país que como toda América Latina y los países subdesarrollados en todas los continentes es tomador de precios y de los vaivenes de la demanda: “jugarse a los commodities es una lotería y yo no la jugaría. No estoy en contra de los commodities, pero estamos sumamente expuestos a shocks externos muy fuertes. Te puede salir bien o salir mal. La producción mundial de commodities siempre ha reaccionado cuando hay estímulos de precios con enorme elasticidad. No hay una restricción malthusiana a la producción de materias primas y alimentos y siempre la sociedad ha encontrado revoluciones tecnológicas y cambios que han barrido las barreras a la expansión de la producción”.
Considera que “con esto estamos expuestos a un cambio de demanda, no hay que encandilarse con estas luces y hay que perseverar en políticas de cambios estructurales”, por cuanto pese al crecimiento estamos muy lejos del desarrollo concebido como tal. Es que como bien señala Bértola, no alcanza con apropiarse más o menos inteligentemente de los recursos naturales para ser desarrollado, sino que debe estar de por medio el desarrollo humano, los niveles educativos, el dominio de las mejores técnicas de la época.
El punto es que pese al viento de cola, los avances estructurales en Uruguay han sido mínimos o inexistentes, y seguimos con las mismas dependencias que hace décadas, solo que con mercados receptivos a nuestros productos primarios. Sin embargo, pese al dinero adicional que se ha volcado a la educación, no se han siquiera arañado las reformas que necesita la enseñanza, que es además de baja calidad y está asimilada a un esquema socioeconómico vetusto en cuanto a la capacitación para la inserción en el mercado laboral.
Y lamentablemente, con esquemas estructurales sin tocar, un alto déficit fiscal y costos fijos exacerbados del Estado, además de serios problemas de competitividad, niveles de inflación altos y una relación cambiaria que deprime el valor del dólar, evidentemente seguimos en una fase de crecimiento pero con porcentajes en descenso y sin desarrollo, lo que lamentablemente significa que seguimos expuestos a las crisis y los ciclos, por falta de sustentabilidad.
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