Paysandú, Viernes 01 de Marzo de 2013

Alternativas para calzado y vestimenta

Opinion | 01 Mar Desde hace ya varios años, en un proceso gradual pero persistente, ha venido cayendo la producción de calzado uruguayo, fundamentalmente el de cuero, que otrora fuera motivo de orgullo de la industria nacional, por ser elaborado con materia prima nacional, muchas veces en forma artesanal por afamadas marcas que exportaban el producto y con merecida fama de calidad.
También se industrializaba y se fabricaba calzado en otros materiales, solo que ello se hacía al amparo de una industria que era protegida desde el Estado por razones estratégicas, con medidas específicas que encarecían los similares importados.
Es decir, se promovía el empleo en la industria, la incorporación de valor agregado, pero en el marco de un proteccionismo exacerbado, que permitía cubrir ineficiencias y generar empleo, pero a la vez hacía que las empresas no evolucionaran tecnológicamente ni reinvirtieran, con producciones de baja escala y sobreviviendo en base a las medidas que impedían el ingreso de quienes estaban en condiciones de producir más barato fuera de fronteras.
Tras la apertura de la economía, sobre fines de la década de 1970, las barreras proteccionistas fueron desapareciendo, lo que permitió que ingresara la producción de otros países en mejores condiciones que Uruguay para producir a gran escala, y por lo tanto con productos que fueron invadiendo los mercados y desalojando a la producción nacional.
Muchas de estas industrias desaparecieron porque no tuvieron la capacidad ni la posibilidad de enfrentar la invasión de los similares importados, desde que la disyuntiva era que el Estado, es decir todos los uruguayos, siguiéramos subsidiando la industria ineficiente para mantener el empleo, o sincerar la economía, lo que a la vez trae aparejado beneficios notorios para el consumidor, que no queda atado a la producción del país a cualquier costo, y tiene así acceso a productos importados de mejor calidad a menores precios.
Estamos a todas luces ante una dicotomía en la que es muy difícil lograr el equilibrio, por cuanto desde el punto de vista tecnológico y la escala, estamos en notoria desventaja ante los gigantes asiáticos que han invadido los mercados internacionales con su mercadería barata, ventajosa en la ecuación calidad-precio.
Entre las industrias que más han sufrido esta competencia figuran la vestimenta y el calzado, precisamente, las cuales no solo han dejado prácticamente de exportar, sino que no han logrado reconvertirse para competir con los productos que ingresan del exterior, y mucho menos aún pueden hacerlo en la actual coyuntura, con una relación de cambio que favorece las importaciones, con altos costos internos en dólares, tanto de insumos como de salarios, y a la vez elevados costos en la energía y tributos que aplica el Estado.
Datos dados a conocer recientemente por la Cámara de la Industria del Calzado indican que cada año el Uruguay importa el equivalente a cinco pares de calzado por habitante, por lo que compra en el exterior el 94 por ciento del consumo total del país, en lo que constituye el mayor porcentaje de la región.
La propia gremial del calzado entiende que hay sectores de ese rubro en los que no podrá competir frente a la contundencia de la competencia asiática, según explicó a El País el secretario ejecutivo de la asociación empresarial, Daniel Tournier, por lo que dirigentes del sector vienen analizando con el Poder Ejecutivo medidas para proteger el calzado de cuero. Es que según la gremial, en 2012 se fabricaron un millón 50.000 pares de zapatos y se importaron 17 millones 500.000 pares, lo que significa un 94 por ciento de importación, un porcentaje solo superado por Venezuela.
Mientras Uruguay importa un 94 por ciento, Brasil solo importa un cinco por ciento del calzado y Argentina un 18, lo que pone de relieve enormes asimetrías en la actividad industrial en los socios del Mercosur, sobre todo porque en los mencionados países, como en otros de la región sudamericana, se aplican medidas proteccionistas a sus industrias.
El problema es que cuando se protege a la industria con subsidios y/o se aplican barreras arancelarias a los importados, el gran perjudicado es el consumidor, porque se ofrece mercadería a mayor precio y calidad dudosa y se disfrazan costos para mantener empleos ficticios en sectores que no son eficientes. Se trata de estrategias que debe evaluar cada país, enmarcadas además en las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la que a la vez parece ignorar ex profeso que muchos países asiáticos llegan a los bajísimos costos de producción porque aplican trabajo esclavo en sus industrias, que es una forma inhumana y desleal de competir.
Lo que además debería hacer la diferencia es la calidad del calzado, desde que en teoría Uruguay debería estar en muy buenas condiciones de procesar su propio cuero y hacer énfasis en la ecuación calidad - precio tanto para el mercado interno como para la exportación a mercados exigentes.
Es evidente que las empresas uruguayas no están en condiciones de producir ni sustituir los productos que no son elaborados en cuero, por razones obvias, pero sí se espera que se encaren medidas desde el gobierno, en consulta con los fabricantes, para recuperar y promover la fabricación de calzado en cuero, con un salto de calidad que debería hacer la diferencia.


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