Paysandú, Domingo 03 de Marzo de 2013
Locales | 01 Mar Con aproximadamente 800 alumnos que asisten en tres turnos, un local al que ya no le queda lugar disponible por ocupar para impartir clases, aulas mal distribuidas por falta de espacio, alumnos a los que --aunque les quede más lejos de su casa-- se les ha tenido que dar pase a otro liceo de Bachillerato de la ciudad por falta de capacidad, el Liceo Nº 7 “Manuel Oribe” enfrenta un crítico inicio de clases. Hace siete años que espera por un nuevo local, el que se debería haber comenzado a construir en febrero, pero las obras no se han iniciado.
Aunque al entrar a cualquiera de sus aulas uno se pregunta cómo se hace para incluir a 30 estudiantes en tan reducido espacio, o cómo se puede trabajar con grupos separados apenas por una liviana mampara de madera que no llega hasta el techo y donde las conversaciones y clases se escuchan de uno y otro lado, la comunidad educativa le pone ganas y destinan el producto de rifas y beneficios a hacer pequeñas obras para ganar un metro o metro y medio en cada salón.
En el patio se ha instalado un aula prefabricada en madera, que ya resulta chica. En un contenedor donado por Ancap, que fue instalado en préstamo en un terreno cercano al liceo funciona el aula de astronomía, algunos talleres y la biblioteca.
Algunos salones se llueven y, por si faltaba poco, la rotura de un caño de OSE inundó a fines del año pasado la biblioteca --que funcionaba en un sótano-- y se perdieron 500 libros, en tanto la instalación eléctrica y el piso quedaron inutilizables al punto tal que si se camina por encima se quiebran las baldosas debido a la humedad que hay debajo.
Cuando no están en el salón, el espacio para los estudiantes se reduce a pequeñas galerías y un patio de de escasas dimensiones en el que se ubicó el aula prefabricada. Los baños, así como su disposición, tampoco son las adecuadas.
En la planta alta se encuentran los laboratorios. En uno de ellos se dividió un antiguo baño con una mampara de yeso para separar el área del inodoro y el lavabo (que están en uso por los estudiantes) del resto del espacio en el cual una bañera fue transformada en placard para guardar objetos e instrumentos de uno de los laboratorios, en una clara demostración de que cada centímetro cuenta.
“Estamos a un paso de empezar las clases con un agravamiento importante de la situación edilicia. En diciembre tuvimos un percance importante: un caño de OSE que se rompió inundó la biblioteca que estaba ubicada en el sótano. Se perdieron 500 volúmenes y el espacio donde estaban las computadoras y televisores; pero además esto implicó la pérdida de un salón”.
“La situación es apremiante. Se han tenido que dar pases para el Liceo 1, especialmente de estudiantes del Bachillerato de Medicina, que acá ya superaron los 40 alumnos. En algunos casos son alumnos que viven a muchos kilómetros del Liceo 1 pero no tenemos otra solución para ellos. Tenemos dos laboratorios muy pequeños y además no podemos crear otro grupo de Medicina porque no tenemos dónde ubicarlo”, explicaron a EL TELEGRAFO la profesora Laura Cruz y Elga Debali, representante de los padres en el referido Consejo e integrante de APAL. En la mayoría de los salones, las sillas están encimadas y a la vez que los alumnos se sientan “prácticamente no se pueden mover porque para que uno salga, tienen que pararse tres o cuatro”. “Parece una cosa menor pero todo se suma e impacta en cuestiones como la convivencia o la calidad de la educación que reciben, por más que los profesores y el equipo de dirección hacen un gran esfuerzo para ir solucionando las situaciones”, dijo Debali.
PREOCUPA RETRASO DE OBRAS
La situación preocupa a la comunidad educativa y el Consejo de Participación --ámbito que integra a docentes, padres y estudiantes-- no visualiza ninguna solución definitiva próxima. “El liceo comenzó a funcionar en este local en 2005, ya con la promesa de las autoridades del inicio lo antes posible de la construcción de un local propio, porque este es alquilado. Luego se determinó la ubicación en sobre calle 25 de Mayo, en la parte posterior de la sede del INAU que ocupa la manzana delimitada por Ituzaingó, Verocay, 25 de Mayo y Felippone”, recordaron.
Debali y Cruz señalaron que hace siete años se comenzó a solicitar la construcción de un liceo y que en 2012 las autoridades informaron que la obra de construcción de un nuevo edificio para el Liceo 7 comenzaría en febrero de 2013. No obstante, señalaron que extraoficialmente circuló la versión que la demora se debería a que una empresa oferente impugnó la adjudicación de la licitación realizada el año pasado.
“Lo último que nos notificó el Consejo de Secundaria fue que la obra estaba adjudicada a la empresa Alfredo Peirano y que se estaría iniciando en febrero. Por otros contactos realizados por el diputado Walter Verri nos llegó la información de que la licitación está trancada porque otra de las empresas que se había presentado apeló la decisión y presentó un recurso que el Codicen aún no ha estudiado. Al parecer, estos asuntos legales son los que estarían delatando el inicio de la construcción. Sabíamos que íbamos a iniciar las clases con dificultades pero teníamos la ilusión de comenzarlas viendo que por lo menos también también se empezaba a construir el liceo”, agregaron.
El Consejo de Participación enviará un pedido de informes al Codicen para conocer la situación real. Un recorrido por las instalaciones deja en claro que no ha faltado ingenio y creatividad del equipo de dirección, profesores, alumnos y padres para pensar en soluciones provisorias que permitan seguir funcionando a pesar de las dificultades, pero también que la situación ha llegado a un punto en que estudiantes y docentes merecen otra cosa. Y, a la vez que reclaman el inicio de las obras, confían una vez más que ocurra pronto. “No te rindas que la vida es eso. Retomar el viaje. Perseguir tus sueños”, se puede leer en un pizarrón de la planta alta que no ha sido borrado, quizá para dejarlo como un recordatorio para un inicio de clases en situación edilicia crítica.
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