Opinion | 04 Mar No es un secreto para nadie que esté por lo menos medianamente informado que el Mercosur ha distado de cumplir con sus objetivos de promover la integración, el intercambio y la complementación comercial entre sus países miembro, aún teniendo en cuenta el ingreso de Venezuela como socio pleno tras la maniobra por la que se “suspendió” a Paraguay y así esquivar la sistemática oposición de la nación guaraní a la incorporación del país de la “revolución bolivariana”.
A partir de la Administración Vázquez y la continuidad que más o menos le ha dado la Presidencia de José Mujica, se ha insistido en vender la premisa de “más y mejor Mercosur”, para encontrarnos con que lejos de jugar en favor de nuestros intereses, se está haciendo las veces de furgón de cola del bilateralismo histórico que han practicado Argentina y Brasil en el acuerdo regional, en base a su política de los hechos consumados, sin tomar en cuenta a los socios menores. En reciente audición radial, aludiendo al escenario regional, el presidente José Mujica reconoció que el Mercosur está “estancado” e incluso se cuestionó el destino de Uruguay dentro del bloque.
El mandatario comentó que el país recibió una propuesta comercial de Corea del Sur, aunque solo para Uruguay, no para el Mercosur, y que este elemento es un aspecto a estudiar, mientras que subrayó por otro lado que también la Federación Rusa ha propuesto un Tratado de Libre Comercio (TLC) al Mercosur y que este es asimismo un elemento a estudiar y tener en cuenta a la hora de las evaluaciones en el bloque, pero a la vez aludió a que el acuerdo regional padece problemas “paquidérmicos” y que el único que ha dado señales de carácter bilateral con Uruguay fue Brasil.
Incluso el presidente uruguayo reflexionó que “hay algo que está pasando ahora en este mundo interdependiente, para estar en alerta, porque ya no hay duda que los acuerdos bilaterales van a sustituir a la carrera a los intentos de reglas comerciales de intercambios de carácter mundial. Es como decir adiós al sueño de la Organización Mundial de Comercio, a un mundo sin mayores barreras comerciales”.
“El mundo cambia hacia acuerdos de conjuntos de naciones que van a disputar condiciones preferenciales frente a otras”.
Asimismo el jefe de Estado mencionó el posible TLC entre Estados Unidos y la Unión Europea y las consecuencias que ya ha desatado, al señalar que “por estos días el presidente de Estados Unidos informó la voluntad de discutir las posibilidades de hacer un gran espacio, más o menos de libre comercio, con la comunidad económica europea”.
“Semejante acuerdo implicaría dimensiones de carácter colosal y crecientes dificultades para los que estamos fuera de estos acuerdos para penetrar en esos mercados”.
El punto es que el bilateralismo argentino-brasileño, y sobre todo la histórica política brasileña de jugar su partido propio como nación emergente, ha sido un obstáculo para que fructificaran las negociaciones de largos años con la Unión Europea para consagrar un tratado bilateral del tipo TLC, y lamentablemente nuestro país ha seguido atado a estas políticas que solo nos perjudican.
Peor aún, también hemos sido cómplices en decisiones como las adoptadas contra Paraguay, en la que lo político se ha priorizado sobre lo jurídico, como reconociera el presidente José Mujica, lo que significa que las normas se han violado sistemáticamente para priorizar los objetivos político-ideológicos, incluyendo la separación de Paraguay, acordada entre los presidentes de Uruguay, Brasil y Argentina, para hacer ingresar por la puerta trasera a Venezuela.
Estos son los verdaderos problemas del Mercosur, la falta de organicidad, de vigencia y de autoridad de sus organismos creados para dirimir contenciosos y encima se priorizan las presuntas amistades y las solidaridades ideológicas por sobre la verdadera integración y el comercio para mejorar la calidad de vida de los pueblos.
Tiene razón Mujica cuando señala que “en los últimos años el Mercosur ha quedado estancado, con crecientes dificultades de comerciar y en los hechos es apenas una mala unión aduanera”, y encima padece problemas paquidérmicos. Pero evidentemente lejos de apuntar a corregir los problemas, con lo político por encima de lo ideológico, prácticamente se le ha dado el golpe de gracia al añadírsele inseguridad jurídica y un derrotero incierto por el lado que se lo mire.