Paysandú, Sábado 09 de Marzo de 2013
Opinion | 06 Mar A medida que pasan los años, que cambian las generaciones, la sociedad a nivel global se torna más y más individualista. Cada persona para sí parece ser la consigna, lo que lleva a que la solidaridad --esencia de la sociedad-- cada vez más sea un bien escaso, casi raro.
En un ómnibus repleto, si sube una persona anciana, no es raro que quienes viajan sentados permanezcan indiferentes. Si una persona trastabilla y cae en la calle, pocos son los que están dispuestos a auxiliar, aunque muchos los que desde prudente distancia no se pierden detalle. Si una persona sufre un accidente y necesita testigos para probar la responsabilidad de otro conductor, le resulta muy difícil encontrar quien --aunque habiendo visto todo-- quiera perder parte de su tiempo y ayudarlo.
Y así por el estilo. La sociedad del individualismo conspira contra la sociedad misma, porque vivir en sociedad es --precisamente-- vivir ayudando a otros y esperando la ayuda de los demás.
No obstante, no todo son negros nubarrones sobre el horizonte. Hay también espacio para los luminosos rayos del Sol. Hay aun acciones que reconfortan y que vuelven a impulsar la confianza en el prójimo y a valorar su condición humana, su don de persona y su solidaridad.
Eso es precisamente lo que ocurrió con el caso del niño Thiago Saralegui, cuya enfermedad oncológica y un costoso tratamiento movilizó no solamente a sus allegados sino a buena parte de la sociedad sanducera, tanto dentro como fuera de fronteras, e incluso a personas residentes en otros departamentos del país. Hace pocas horas su agradecida familia informó que la campaña se daba por terminada porque exitosamente se había recogido todo el dinero necesario.
Muchas personas aportaron algo de dinero para colaborar generosamente en la campaña solidaria. Se puede decir que esta vez todos fuimos solidarios. Y también debe destacarse la actitud de la familia, que tan pronto obtuvo el objetivo buscado públicamente dio fin a la campaña.
Experiencias como estas reconfortan. Todas las partes actuaron como debe esperarse siempre, aunque no ocurra a menudo. El ser humano es solidario siempre, pero por diferentes razones cada vez le cuesta más llevarlo a la práctica.
Esta vez, no solamente para bien de Thiago Saralegui sino en beneficio de lo mejor del ser humano, todos fuimos solidarios. Comprando pollos, participando en espectáculos, aportando en cuentas bancarias o alcancías. Ha sido tarea cumplida. Todos cumplimos. Aún es tiempo de creer en nosotros mismos.
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