Paysandú, Domingo 10 de Marzo de 2013
Opinion | 03 Mar El presidente de la Federación Internacional del Automovilismo (FIA), Jean Todt, dijo que la existencia de 500 muertos y unos 25.000 heridos en accidentes de tránsito cada año en Uruguay “no es aceptable”. Y tiene razón. Para una población de 3,2 millones, con una población envejecida y donde la mayoría de las muertes por esta causa corresponden a jóvenes, esa cifra representa una nefasta estadística.
Todt, quien se encuentra en Uruguay por un rally de autos históricos y fue recibido en el aeropuerto de Carrasco por el ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, dijo que durante su estadía se reunirá con el gobierno para abordar temas de seguridad vial y que es indispensable mejorar la situación en esta materia en Latinoamérica.
Se trata de un tema en el que los uruguayos tenemos mucho por hacer todavía a pesar que según el informe anual sobre siniestralidad vial elaborado por la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), indica que la cantidad de lesionados y fallecidos en accidentes de tránsito se redujo en un 3,5% o en 1.005 personas en 2012.
El último informe mensual, correspondiente a enero, indica que 2.279 personas resultaron lesionadas por siniestros de tránsito ocurridos en todo el país, lo que implica en promedio 74 lesionados por día. Del total de lesionados, 37 resultaron fallecidos, según los informes registrados hasta las 24 horas después de ocurrido el siniestro.
En ciudades y caminos departamentales se constató un leve incremento en la cantidad de fallecidos (de 19 a 22), mientras que en las rutas nacionales se produjo una reducción importante, de 21 fallecidos en enero de 2012 a 15 en enero de 2013.
En cuanto al modo de transporte utilizado por las personas que resultaron fallecidas, el 52% circulaba en una moto, porcentaje que asciende al 72,7% cuando se trata de siniestros ocurridos en las ciudades. Estos datos muestran que se la predominancia de motociclistas en el número de fallecidos en todo el país, donde solo uno de cada cuatro fallecidos en áreas urbanas iban en automóviles, camiones, camionetas, ómnibus, etcétera. Sin embargo, diariamente muchos de nosotros somos testigos o protagonistas de graves violaciones a las normas de tránsito, conductas casi suicidas de conductores y un desinterés general por cambiar este estado de cosas fundamentado quizás en el siempre equivocado “a mí no me va a pasar”.
Es como si por cotidianas, las faltas y conductas riesgosas han pasado a formar parte de un folclore urbano contra el que muy poco se ha hecho o logrado hacer hasta ahora. Lo malo es que difícilmente haya cambios si no aceptamos nuestra responsabilidad y actuamos en consecuencia.
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