Paysandú, Lunes 11 de Marzo de 2013
Opinion | 11 Mar La degradación y la caída sistemática en la calidad de la enseñanza en Uruguay a esta altura no debería ser un secreto para nadie, aunque debe reconocerse que no se trata de un fenómeno aislado, sino que tiene lugar en un contexto general de degradación de valores que no ha empezado ahora, sino que posiblemente se haya manifestado con nitidez desde hace unos veinte años pero seguramente con mayor énfasis en la última década.
Tiene mucho que ver con la cultura del “inmediatismo” y del “masomenismo”, como suele llamarse, de alcanzar el éxito fácil y priorizando otros valores sobre el estudio y el trabajo, que lamentablemente muestra la peor cara en decenas de miles de los denominados jóvenes ni-ni, que no estudian ni trabajan, y que tampoco manifiestan mayor interés en hacerlo, más allá de que tengan o no oportunidades para acceder a la educación que requieren o al mercado laboral para el que no se preparan, naturalmente.
Y no estamos hablando solo de niños y jóvenes de hoy, sino que esta degradación ya se ha instalado en el sistema educativo, que no solo tiene programas y metodologías atrasadas y desfasadas de la realidad, sobre todo para la preparación y capacitación con vistas al mercado profesional y de trabajo, sino que el nivel de muchos docentes, tal vez la mayoría, está a tono con este “masomenismo” y se aprecia notorio déficit en áreas clave para la enseñanza, para la transmisión de conocimientos, en aspectos tan simples y básicos como la lectoescritura.
De acuerdo a un informe del diario El País, los estudiantes que optan por la carrera pública de Magisterio llegan cada vez con peor nivel académico y con dificultades específicas en lectura y escritura.
Este análisis da cuenta de que en momentos en que el nivel de la educación en el país está en el centro del debate, mientras se registra una falta de maestros en algunas zonas del país y cuando se acaba de conocer que hay docentes de Primaria que eligen ser policías porque acceden de esa forma a mejores salarios, la realidad en la formación pública de maestros parece no ser la mejor.
El cambio en el perfil de quienes optan por Magisterio y la caída en sus niveles académicos al momento de entrar en la carrera son factores considerados preocupantes, y es así que Cristina Hernández, directora del Instituto Normal de Montevideo -donde se forman maestros- dijo a El País que los estudiantes que entran ahora a Magisterio son “los más vocacionales de los últimos tiempos”, dado que antes la carrera se elegía por la facilidad de empleo que daba, y que ahora “hay más trabajo y se puede optar por otras opciones con mejores sueldos”.
Sobre el programa que se utiliza para enseñar a los maestros, que es el aprobado en 2008, Hernández dijo que “es bueno y se puede mejorar”. Distintos profesionales consultados señalaron que el programa presenta carencias en el área de lectoescritura, aunque la directora estimó que no se precisa más carga en ese aspecto.
“Tienen que aprender a escribir bien en la escuela y en Secundaria. Acá vienen a aprender cómo enseñar, no se puede poner más horas en la carrera, ya tienen de sobra. El problema es que tienen que ingresar acá con esos temas sabidos”, expresó Hernández. Acotó que “hay alumnos que llegan con carencias” a los cuales se les hace un diagnóstico y un seguimiento. “Vienen con dificultades en expresión escrita, hay casos distintos en cuanto a los niveles, no vamos a decir que son todos, pero entre el 30% y el 40% presentan dificultades importantes”, expresó la jerarca.
A esos alumnos se les hace un diagnóstico en el departamento de Lengua y un seguimiento durante todo el primer año que cursan y si es necesario también en los siguientes.
Como bien lo señala Cristina Hernández, el gran déficit proviene de la formación en Primaria y Secundaria, y por lo tanto se llega a magisterio, como a otras áreas de formación profesional y capacitación, y hasta a la propia Universidad, con carencias en todas las áreas básicas, como es el caso de la lectoescritura en Magisterio --nada menos-- y en carreras de profesorado. Y no se trata de exigencias sin sentido, sino que hacen al núcleo de la cosa.
Es de tontos seguir haciéndose trampas al solitario, como el promover de grado sin que los alumnos den muestras de conocimientos para hacerlo, solo para abatir los índices de deserción y al fin de cuentas bajar la vara creyendo que se salta más alto, solo para que la realidad más tarde o más temprano haga que la caída sea mucho más dolorosa.
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