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Paysandú, Martes 12 de Marzo de 2013

¿Derechos sin obligaciones?

Opinion | 09 Mar Lamentablemente, la degradación de valores que se da en nuestra sociedad, que va creciendo con el paso de los años sobre todo a partir de nuevas generaciones que se van nutriendo del descaecimiento en el seno de muchos hogares, a menudo monoparentales, deja su sello en todos los ámbitos, empezando por la enseñanza, donde crece la deserción y el desinterés por los estudios, como así también el ámbito laboral, donde se busca lo más fácil y lo inmediato, casi siempre con el resultado de una rápida frustración.
Estas son solo algunas de las expresiones de esta decadencia de valores, que se ha extendido sin pausa entre los jóvenes, aunque sería injusto generalizarlo en extremo, y en realidad debe tenerse presente que los malos ejemplos son los que más se ven y causan impacto, en tanto también hay muchos valores positivos, pero que no trascienden de la misma forma.
Igualmente, estamos lejos de llegar a un equilibrio y existe un contagio muy negativo porque muchos jóvenes se identifican con los autores de fechorías e infracciones que van desde las más simples hasta las más agresivas, y el final van incorporando como una cosa común y que se inscribe en formas de “entretenimiento” la participación en actos vandálicos, como el destrozo de elementos del ornato público, incluyendo árboles, bancos, monumentos, papeleras, etcétera.
Un ejemplo común es la inscripción con “graffitis” en paredes, muros, monumentos, bancos, por los antisociales que creen oportuno escribir supuestos “pensamientos” –en general estúpidos, si les cabe una palabra para describirlos-- o frases vulgares, como presunta forma de “libertad de expresión”, que es simplemente una agresión y destrozo de bienes públicos y privados.
En uno de esos muros leíamos la ridícula inscripción: “pared blanca, pueblo mudo”, cuando el sentido lógico debería ser el de “pueblo culto”, en lugar de “mudo”.
Pero el ejemplo vale para inferir hasta dónde se han trastrocado y perdido valores por quienes pretenden adueñarse de las calles y se sienten con derecho a hacer lo que se les plazca porque “estamos en democracia y hay libertad de expresión”. Ocurre que se ha hecho demasiado hincapié en los presuntos “derechos” de quienes así actúan pero no se les inculca a la vez la contrapartida necesaria de deberes que conlleva el ser ciudadano, y equilibrar beneficios con obligaciones, como debe ser en toda sociedad organizada y que vaya a más, en lugar de igualar hacia abajo.


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