Paysandú, Viernes 15 de Marzo de 2013
Opinion | 13 Mar Pese a la retórica y frecuentes foros internacionales para considerar el tema, surgen cada vez con mayor evidencia las dificultades de reversión ante indicios que indican sin duda que el cambio climático, el uso irracional de los recursos naturales y su consecuente posibilidad de agotamiento en el mediano y largo plazo, son amenazas para la Humanidad ya para un futuro cercano.
Es notorio que los países o regiones que cuentan con mayor reserva de recursos naturales no solo se encontrarán en mejores condiciones para atender las necesidades de sus ciudadanos, sino también para abastecer a poblaciones que tienen dificultades en el acceso a estas necesidades primarias con sus propios medios.
Claro, estamos ante una distribución de sigual en el globo, si tenemos en cuenta que el cinco por ciento de la población mundial consume el mayor porcentaje de la producción energética del planeta, de la misma forma que en lo que refiere a la alimentación y consumo de bienes y servicios. El punto es que a efectos de promover una mayor calidad de vida se están sobreutilizando recursos naturales en desmedro de otros grupos de población que no acceden de la misma forma a este consumo y que resultan postergados a la hora de la distribución.
El crecimiento de la población mundial, pese a que se ha enlentecido en los últimos años, pone a prueba la capacidad del ser humano para adaptarse a este desfasaje entre oferta y demanda de recursos, aún teniendo en cuenta que las nuevas tecnologías permiten un uso más eficiente y hacen rentable la extracción y explotación de energéticos y materia prima cuya utilización resultaba antieconómica pocos años atrás.
En el caso de América Latina, el gran desafío que enfrentará su agricultura es prepararse para atender el gran aumento en la demanda mundial de alimentos, que de acuerdo a las proyecciones alcanzará en 2050 el doble de lo que se produce actualmente --unos 2,8 billones de toneladas de alimentos--, según a lo evaluado en su momento en el foro internacional “Perspectivas de la Agricultura del Cono Sur visión 2030”.
De esta estimación surge que el sector agropecuario deberá aumentar en solo 40 años un volumen de la magnitud que le llevó a la humanidad miles de años alcanzar, y en este escenario América Latina, como gran reservorio de recursos naturales, tiene como destino ser posiblemente el mayor productor de productos primarios de alimentación del mundo.
Pero esta firme posibilidad requiere estar a la altura de las circunstancias en la región, por cuanto deben administrarse recursos naturales con el mejor criterio posible, teniendo en cuenta que no se trata solo de limitarse a ser un mero abastecedor de granos y carne sin agregar valor a estas y otras producciones, sino también encaminarse al crecimiento con desarrollo, por más tentadores que sean los precios e inviten a seguir solo con la producción primaria.
América Latina se perfila como la región donde más crecerá la agricultura y que además lo hará más rápido que en otras zonas, continuando y aun acentuando la tendencia de los últimos años, si tenemos en cuenta que hace una década la producción agrícola de América Latina representaba el 14 por ciento de la producción mundial y hoy ya representa casi la quinta parte. Según las previsiones de la FAO, América Latina representará el 23 por ciento de la producción agrícola mundial en el 2020.
En el caso de Uruguay, además de autoabastecerse, es a la vez un productor con grandes excedentes, por cuanto nuestro país exporta el 95 por ciento del arroz que produce, el 75 por ciento de la carne , el 70 por ciento de la leche y el 70 por ciento del trigo.
Aún con estas perspectivas promisorias desde el punto de vista de las condiciones naturales, este escenario auspicioso debe potenciarse, ante necesidades logísticas, apuntando a una mejora de la productividad, a la incorporación de tecnología, y procesos de valor agregado, más allá de las ventajas comparativas y oportunidades que no deben desaprovecharse, apuntando a la producción de otros bienes y servicios que aportan mejores empleos y calidad de vida.
Ello indica que tanto nuestro país como la región van a requerir inversiones en biotecnología, en logística, en infraestructura de apoyo pero a la vez generar políticas de sustentabilidad de suelos y ecosistemas, además de mejorar la productividad y simultáneamente imponerse el condicionamiento de producir sin depredar, con criterio y apuntando a la vez a tejer condiciones para captar inversiones en otras áreas que resultarán fundamentales para el desarrollo y la modernización.
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