Paysandú, Lunes 18 de Marzo de 2013
Opinion | 13 Mar Quienes paseaban por la costanera el domingo anterior al atardecer, se vieron sorprendidos por más de un centenar de motos -la mayoría con escape libre- atronando el lugar, sus pilotos y copilotos sin casco, a alta velocidad y realizando maniobras arriesgadas que --como si realmente fuera cierto que los peores infractores tienen un demonio de la guarda-- no provocaron accidentes, aunque hubo momentos de tensión, que incluso involucraron a transeúntes, automovilistas y otros motociclistas que se vieron atrapados en la tromba de desaprensivos.
Jugaron “picadas” en las cercanías del puente internacional y del Golf Club Paysandú, siendo perseguidos por policías, inspectores de Tránsito y Policía Caminera. Dos de ellos fueron capturados, identificados, despojados de su habilitación para conducir moto (suspensión que se extenderá por un año) y retenidos sus vehículos por conducta peligrosa al conducir.
Además, serán acusados ante la Justicia Penal, la que podría determinar su procesamiento sin prisión (excepto que ya tengan antecedentes). La Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev) estudia precisamente endurecer a través de una norma legal las penas a los conductores que pongan en riesgo la vida de otras personas realizando “picadas” en la vía pública o realizando otro tipo de actividades riesgosas.
Lo que ha anunciado el director de Tránsito implica que Paysandú, sin esperar una ley específica, pase a la Justicia a estos conductores, consuetudinarios transgresores de la Ordenanza de Tránsito, pero especialmente jugadores de ruleta rusa en dos ruedas. Hay leyes que ya castigan este tipo de conductas, por lo que Paysandú se pone a la cabeza en la lucha contra el caos en el tránsito.
Muy probablemente --si la Justicia hace lugar a la demanda-- estos dos conductores sean procesados sin prisión. No está mal, pero no es suficiente. Es necesario acciones más ejemplarizantes. Por ejemplo, obligarlos a cumplir trabajos comunitarios, hacer que tengan que usar de su tiempo --que al parecer disponen de muchas horas sin ocupar-- en beneficio de los demás. Además, se les podría imponer la obligación de pasar determinada cantidad de horas en la seccional de su domicilio los sábados y domingos de noche, para evitar que cedan a la tentación de volver a las “picadas”.
El procesamiento penal de estos infractores incansables e irresponsables sería una buena decisión. Pero que trabajen para alguna institución de beneficencia y que tengan que quedarse en la seccional en esas horas en que el diablo llama a “picadas” les daría una verdadera lección, equivalente a aquellos “buenos chirlos” del “viejo”.
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