Paysandú, Viernes 22 de Marzo de 2013
Opinion | 17 Mar Estamos ya a pocos días del comienzo de la 48ª Semana de la Cerveza, sin lugar a dudas no solamente la fiesta popular más importante del departamento sino también de la región, aun cuando tenga un fuerte componente de presencia local en el predio ferial, que suman la mayoría de los alrededor de 150.000 ingresos del año pasado.
Es en estos nueve días cuando la ciudad cambia su fisonomía por la presencia de turistas de diversas locaciones. La ciudad tiene una suerte de sinopsis de lo que sería si se transformara definitivamente en un destino turístico habitual, lo que por cierto no lo es.
Ese debe ser, no obstante, un objetivo a corto plazo. No hay dudas que Paysandú tiene atractivos, desde los históricos a los paisajísticos, pero al mismo tiempo carece de la infraestructura necesaria para mostrarlos, desde folletería explicativa a guías en servicio durante todo el año. Una cosa depende de la otra, cual el huevo a la gallina, pero indudablemente hay que generar servicios turísticos si se quiere atraer turismo.
En Argentina hay una buena cantidad de “fines de semana largos” que se convierten en oportunidades para atraer argentinos hacia Paysandú. No solamente a la ciudad, obviamente, sino también a los centros termales. Más aun, al corredor conocido como “Destino Termas”, que incluye a las termas de Salto y a la propia ciudad capital de ese departamento.
El perfil del turista contemporáneo lo identifica como “hambriento de kilómetros”, capaz de cubrir grandes distancias en escaso tiempo. De aquel turista que quedaba cautivo en un lugar por largos días ya queda solo el recuerdo, lo mismo que de las familias que décadas atrás se establecían durante todo el verano en un determinado lugar de la costa.
Hoy, el turista quiere cambio de paisajes, nuevos estímulos, diversidad de actividades. Eso exige creatividad de los operadores turísticos, porque deben atraer a un creciente número de turistas para mantener rentable la industria sin chimeneas.
Si Paysandú aspira a ser una fuerte oferta turística no tiene otro camino que establecer vínculos.
En primer lugar dentro de la propia ciudad, coordinando entre todo el espectro, desde hoteles a restaurantes, desde guías de turismo a transportistas, desde músicos a locales nocturnos. Pero, como la ciudad difícilmente pueda atrapar al viajero promedio más allá de uno o dos días, también será conveniente ofrecerle paquetes alternativos, debidamente coordinados. Lo que hoy se tiene a mano es “Destino Termas”, un grupo de centros termales con diferente perfil para atraer a turistas que buscan cosas diferentes.
Pero tampoco alcanza. No debe pensarse que por haber suscrito un convenio con el vecino departamento naranjero --a través del Ministerio de Turismo-- hemos asegurado algo. La prueba más evidente es que mientras los centros termales permanecen con buena ocupación, la propia ciudad capital carece de un verdadero flujo turístico. Porque no ofrece alternativas válidas, por un lado, pero también porque no es puerta de acceso a otros paquetes turísticos vinculantes más allá del turismo termal.
Hay que aprovechar, para empezar, la disponibilidad del turista argentino que durante todo el año disfruta de fines de semana largos. El gobierno del vecino país los instituyó para potenciar el turismo interno y ha tenido señalado éxito. Pero al mismo tiempo, siempre hay un sector que piensa en el exterior y disfruta de destinos fuera de su país.
Para atraerlo, es necesario --cual araña-- establecer una red en la que quede atrapado y se sienta cómodo dentro de ella, haciendo kilómetros y cambiando de paisajes y atractivos. Se hace entonces imperioso salir del “Destino Termas”, sin abandonarlo, para establecer lazos también con los atractivos de otros departamentos vecinos, caso de Río Negro desde Las Cañas a San Javier y Puerto Viejo, desde el Museo de la Revolución Industrial hasta el barrio inglés, y de Tacuarembó desde la “marca” Gardel hasta San Gregorio de Polanco, que por cercanía se convierten en potenciales socios ideales.
Y también nosotros tendríamos que vendernos mejor. Este “destino Litoral termal” ampliado debería acordarse más de sus potencialidades aún sin desarrollar debidamente pero aún atractivas, como la Meseta de Artigas y el Saladero Guaviyú, así como las fiestas específicas de cada población como la del Jabalí en Chapicuy, por ejemplo. Para eso nada mejor que mirar a la vecina orilla, donde las comunidades tienen instinto turístico y ofrecen al potencial visitante atractivos concretos, que a su vez promocionan por Internet, una herramienta que la tecnología ha convertido en imprescindible a la hora de realizar consultas y tomar decisiones.
El uruguayo, en cambio, se mantiene más tradicional, pensando en emprendimientos productivos tradicionales o esperando que otros inviertan para postular a un empleo. Y en muchos lugares, el turismo es una industria nueva y poco explotada.
No obstante, a medida que se expande por el mundo el doble empleo como algo natural y crece el stress o cansancio tras un año de duro trabajo, se hace más y más común la realización de “escapadas” de paseo. Esto hace que haya reales y concretas oportunidades. Hay que creer en ellas y actuar en consecuencia. Primero estableciendo negocios que exploten los atractivos de la ciudad y luego, cual círculos concéntricos ir estableciendo lazos con otros lugares de interés para ofrecerle al turista la mayor cantidad de posibilidades. En la diversidad no estará otra cosa que la fortaleza de la oferta. El negocio turístico nos desafía. Ver en él la oportunidad y saber aprovecharla, depende de nosotros.
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