Paysandú, Viernes 29 de Marzo de 2013
Opinion | 24 Mar Las cianobacterias o algas “verdeazuladas” existentes en el río Santa Lucía provocaron en el agua corriente de Montevideo un olor y sabor que llamó la atención a pesar de estar potabilizada. El asunto tomó amplia difusión pública y llevó a la indagación respecto al porqué del asunto y cómo respondía OSE.
La respuesta fue que el “evento de olor y sabor percibido” en el agua se debió a “una sustancia liberada por un tipo de alga microscópica en el río Santa Lucía, llamada geosmina, que no tiene incidencia sobre la salud de la población”. Por medio de un comunicado OSE informó que “no se detectaron plaguicidas ni otros componentes que pusieran en riesgo la calidad del agua”.
Sin embargo, no fue algo de poca importancia. En este sentido, expertos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República advirtieron que si no se controla la contaminación del agua, en un futuro cercano podrían detectarse toxinas (provenientes de las cianobacterias) en los acuíferos, que comprometerían la potabilidad del agua.
Otra cosa importante que señalaron --y que interesa destacar, aunque ampliamente conocida en esta región del país-- es que las comúnmente llamadas “algas verde azules” también se encuentran en el río Uruguay y el río Negro.
Lo cierto es que hoy las cianobacterias están por casi todos los ambientes acuáticos urbanos y suburbanos, así como cuencas que son productivas donde proliferan exitosamente. Una de las razones principales de su éxito de expansión y supervivencia es la “eutrofización” del agua debido a la actividad humana: el aumento de nutrientes en las aguas se asocia históricamente con las prácticas agrícolas. Estos aportes llegan por escorrentía de suelos con fertilizantes o provienen de desechos orgánicos (basura) o aguas servidas. El desarrollo industrial generó otra fuente muy importante de contaminantes, incluyendo a los nutrientes.
La eutrofización trae como consecuencia un aumento de la cantidad de fitoplacton que crece en forma desmedida, fenómeno denominado floración. Como resultado, el agua se vuelve turbia, lo que limita el ingreso de luz solar y el ambiente se deteriora aún más.
Estas floraciones afectan negativamente la calidad del agua ya que le dan color, mal olor y mal sabor, pero especialmente porque pueden producir sustancias tóxicas para los animales y para el ser humano. Estas sustancias se llaman cianotoxinas y de ellas se conocen más de 100 variedades, aunque se piensa que quedan más por descubrir.
En Uruguay, como en todo el mundo, la problemática de las floraciones de cianobacterias tóxicas afecta diversos cursos de agua, particularmente en el verano. Sin embargo, parecería que para algunas autoridades e incluso medios de comunicación, se trata de un tema novedoso con el cual toman contacto porque ocurrió un episodio asociado en Montevideo, cuando en realidad, en Uruguay se han registrado floraciones de cianobacterias desde el año 1982, principalmente durante el verano.
Quienes vivimos en el Litoral conocemos muy bien este tipo de floraciones algales y su potencial toxicidad. Nos preocupamos igual que los habitantes de Montevideo y hasta el momento no había habido respuestas ni planteos de planes de manejo para evitar que estas cianobacterias afecten el agua que se potabiliza para consumo.
También parece desconocerse en la capital que en el Litoral, la Comisión Administradora del Río Uruguay desarrolla un Programa de Vigilancia de las Playas para seguimiento de floraciones algales en el tramo comprendido entre Montecaseros y Nueva Palmira, en el río Uruguay, que cuenta –en la zona del embalse de la represa de Salto Grande-- con el apoyo de la Comisión Técnico Mixta de Salto Grande.
Tampoco era muy conocido hasta el reciente episodio de Montevideo, que en la Facultad de Ciencias, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Clemente Estable, se están estudiando varias poblaciones de cianobacterias con el objetivo de determinar las condiciones ambientales que regulan la producción de cianotoxinas, así como mejorar el conocimiento de su genética, biología y ecología y poder diseñar planes de manejo apropiados con el fin de prevenir y mitigar sus efectos negativos en los ecosistemas de aguas dulces.
Todo parece indicar que a pesar que se trata de un tema que atañe a todos, no estuvo en la agenda hasta que literalmente, les salió por la canilla a los montevideanos. Ahora resulta que hay que controlar la producción agropecuaria en la cuenca del río montevideano, limitar el uso de productos fitosanitarios y hasta se habla de legislar sobre ese aspecto, cuando hace años que en el Interior se reclama este tipo de medidas. Esto, indudablemente, da cuenta no sólo de una realidad ambiental que no se puede desconocer sino también del arraigado centralismo existente en un país donde aparentemente poco se toma en serio si no ocurre del otro lado del Santa Lucía. Seguramente nadie se acuerde en la capital que hace ya unos años hubo un episodio similar –incluso más grave—en Bella Unión.
Organismos tan pequeños --pero peligrosos-- como las cianobacterias han sacado a la luz nuevamente una de las miopías que sigue teniendo el Uruguay y es no ver o no prestar la atención necesaria a la mitad de la población que vive fuera de Montevideo. Es de esperar entonces que ahora que estamos todos avisados, sea posible que quienes tienen la responsabilidad para ello puedan comenzar a planificar las correcciones harto difíciles que habrá que tomar, como la reducción del uso de agroquímicos y la adopción de medidas y adquisición de nuevo equipamiento por parte de OSE, como serían plantas que cuenten con tratamiento por carbón activado, que demandan inversiones millonarias.
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