Paysandú, Miércoles 03 de Abril de 2013

Encarecimiento de la construcción

Opinion | 28 Mar El informe dado a conocer por EL TELEGRAFO sobre el aumento en el costo de construcción de la vivienda –16 por ciento en un año, es decir por encima de la inflación, del aumento promedio de salarios y naturalmente, de la evolución del dólar-- pone de relieve que para el ciudadano promedio asumir el costo de levantar su propio hogar se sitúa cada vez más lejos, teniendo en cuenta la relación entre los ingresos promedio y el costo de esta inversión.
No es ningún secreto ni ningún descubrimiento, por supuesto, salvo traducir en números la realidad a la que se ve enfrentado el ciudadano todos los días, y no solo por el encarecimiento de materiales y mano de obra, sino también por las serias dificultades en poder acceder a un terreno para construir. Tampoco son de despreciar las cargas sociales y los impuestos que aplica el Estado.
Durante 2012 el valor de la construcción se incrementó en casi un 16%, con una gran incidencia de la mano de obra y algunos materiales, mientras que en el mismo período el costo de vida subió un 7,48%, la Unidad Reajustable del Banco Hipotecario un 12% y el dólar tuvo una baja del 2,52% de acuerdo a los datos registrados por la arquitecta Ana Cristina Rainusso en su informe sobre Costos de Componentes de Obra.
La mano de obra, tanto de peón como de capataz, fue el rubro que más aumentó. En ese año, el salario de los trabajadores de la construcción tuvo un aumento del 22,84%, seguido por algunos materiales como el ladrillo de prensa, que se incrementó casi un 15%, el hidrófugo un 12% y la pintura Incalex poco más del 10%.
El ticholo aumentó un 8% y el cemento un 7%, lo que junto a los ladrillos representan un gran porcentaje de los materiales utilizados en una obra.
Medidos en dólares, cuyo valor ha descendido en el período, estos incrementos son aún mucho mayores, naturalmente, pero como el ingreso por regla general del ciudadano promedio se percibe en pesos, deberíamos tomar los números en moneda nacional, más allá de la utilidad de la cotización en dólares para comparar evoluciones.
El punto es que el valor de una unidad habitacional modesta, de unos 56 metros cuadrados, que oscila entre los 55.000 hasta los 70.000 dólares de acuerdo a la calidad constructiva, pone de relieve que no es porque sí que la problemática del techo propio sigue vigente, y que lejos de tender a solucionarse, el déficit habitacional se agrava en nuestro país, más allá de que se han intentado respuestas durante décadas, con menor o mayor éxito, a través de modalidades como el cooperativismo y emprendimientos de vivienda de interés social por el Estado para franjas de menores ingresos.
El problema sigue apareciendo en toda su magnitud, y es común ver construcciones en las que conviven dos o tres generaciones, en el terreno que en su momento pudieron lograr los abuelos o padres.
Los costos prohibitivos indican que la única posibilidad de acceso para familias de clase media con determinado poder de compra es el apoyo a través del Estado por lo menos en forma parcial, promoviendo acciones directas o como se está intentando actualmente, apoyando créditos para la compra de vivienda usada, a lo que deberían agregarse planes específicos para construir viviendas económicas, más allá de las posibilidades que ofrece el sistema cooperativo, aun teniendo en cuenta el aporte que significa esta modalidad para determinadas franjas de trabajadores.
Pero las referencias manejadas no solo refieren a la construcción de una unidad habitacional nueva, sino que debe evaluarse que también es onerosa la reparación, mantenimiento, ampliación y reciclaje de inmuebles, aprovechando por ejemplo edificios con muchos años que cuentan con todos los servicios y se encuentran en plena zona urbana, por cuanto no solo se aplica el encarecimiento de los materiales en la ecuación económica, sino también los aportes al BPS y otros aplicados por el Estado.
Ello es determinante para que quien tenga que enfrentarse a la disyuntiva de pagar o quedarse con lo que está, opta a menudo por la construcción en negro, es decir por fuera de las normas legales, como única alternativa para construir, por lo que como suele acontecer en todos los órdenes, los excesos en la voracidad fiscal hacen que en los hechos se recaude menos que lo que se debería recaudar si se aplican niveles razonables de impuestos y cargas sociales, y en este caso nada menos que en un aspecto clave como la construcción.


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