Paysandú, Sábado 06 de Abril de 2013
Locales | 31 Mar Su último gesto fue una “V” con sus dedos índice y medio. “V” por Victoria; “V” por Virtuoso. Nadie puede negar que este argentino devenido en venezolano con puro sabor a Maracaibo es un virtuoso músico y cantante. Quizás sus canciones de amor y desamor, de tristezas y esperanzas, de Dios y del prójimo, sean demasiada azucaradas. Quizás hagan disparar la glucemia hasta el borde del coma diabético. Es posible. Pero Ricardo Montaner es un cantante completo, capaz de sin esfuerzo alguno, cómodamente parado con las manos en los bolsillos, atrapar a una audiencia entera, con esa voz que convence hasta el más desamorado. El gran final del show de alrededor de dos horas de extensión no pudo ser más apropiado. “Toma una triste canción y mejórala; recuerda dejarla entrar en tu corazón; pues recién entonces podrás hacerla mejor”. “Hey Jude, don’t make it bad...”, la emblemática canción de la dupla Lennon-McCartney (“Hey Jude”) fue el cierre de un recital que mostró al pequeño cantante como el gigante de la canción latinoamericana que es.
Según contó en el show, donde una y otra vez hizo referencias cristianas, probablemente Dios tenía agendado la noche de anoche para que él y nosotros (entendiéndose por “nosotros” un público de unas 8.000 almas dentro del Anfiteatro del Río Uruguay y al menos 2.000 más fuera, siguiéndolo por pantalla) fuéramos reunidos bajo la Luna que lentamente va camino al Cuarto Menguante.
Habrá --quizás-- “un libro gigantesco de la Eternidad”, donde estaba agendado el show de anoche. Era el momento de escucharlo cantar casi como si tuviera una voz divina. Quizás era así. Pero lo que sí fue cierto, que fue el momento en que cada hombre y mujer se abrazó a quien tenía al lado, por pedido de Montaner. “Por si acaso esta fuera tu última noche, no dejes de decirle a quien tienes al lado cuánto lo quieres, cuánto la quieres”. Y él mismo se abrazó a su hijo Mauricio (también cantante) con un simple pero tan sincero: “Te quiero m’ijo”.
REUNIFICAR A VENEZOLANOS
Temprano en la tarde, después que el avión que lo transportó descendiera en el aeropuerto internacional “Tydeo Larre Borges”, distendido, se encontró con la prensa que cubre la 48ª Semana de la Cerveza.
EL TELEGRAFO fue el primero en preguntar, y fue la única pregunta referida a la actualidad política de Venezuela, que el venidero 14 de abril tendrá elecciones presidenciales para dirigir “entre patria e imperialismo”, según Nicolás Maduro; y entre “democracia y la dictadura del verdadero patrón, Raúl Castro”, según Henrique Capriles.
“Mira --va a ser muy corta mi respuesta-- definitivamente si yo me tuviera que inclinar por un lado lo haría por el lado de la inclusión y de la unión de todos los venezolanos”, dijo. “Por un lado tienes la mitad del país que apoya al oficialismo, y la otra mitad del país que apoya a la oposición”, explicó.
“Eso seguirá dividido, de ganar el oficialismo. De ganar Henrique Capriles, estoy seguro que él va a gobernar para unificar criterios, unificar al país, reconciliar a ese país dividido que tenemos en Venezuela. Eso no existía antes. Antes eran venezolanos y nada más. Ahora son oficialistas y opositores”, dijo antes de dejar bien en claro que votará por Capriles al declarar: “Voy a votar por quien me ofrezca la posibilidad de reunificar a la familia venezolana”.
SALVAR AL PRóJIMO
Hombre de lágrima fácil, como lo demostraría por la noche cuando una frase pintada en un cartel de un club de fans, en la conferencia de prensa habló del prójimo y de una manera simple de salvar al mundo. “Cada uno tiene la obligación de por lo menos salvar a uno. Si esto fuera así, si cada ser humano razonara de esa manera, que cada uno es responsable de por lo menos salvar a uno, pues tendríamos un mundo sin ningún tipo de problemas, eso te lo puedo asegurar”, afirmó.
No es inusual que concurra a hospitales de niños y les de cariño a los que tienen capacidad diferente. Tiene además su propia fundación, Hijos del Sol, es embajador de Unicef y apoya a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “con las campañas de vacunación que se hacen regionalmente”. Y lo hace por la misma y no tan simple razón: “El prójimo es responsabilidad de cada uno de nosotros”.
TRES VECES “casi” vino
Estuvo al menos tres veces próximo a concretar el contrato para tocar en la Semana de la Cerveza, y así lo recordó en la conferencia de prensa y, posteriormente, en el propio show. “Hubo como tres acercamientos en varios años para traerme a tocar”. Sobre la propia fiesta, aún sin llegar al anfiteatro adonde por la tarde hizo la prueba de sonido, dijo: “Me dijeron que viene gente de todo el país y gente de Argentina también, que cruza” el puente internacional. “También me dijeron que se llama la fiesta de la cerveza pero que no hay una sola cerveza como tal que esponsorice o algo así”.
“Y yo venía a tomar cerveza”, bromeó. “Pero estoy con mucho entusiasmo porque de alguna manera, aun cuando no he traído el tour que empecé en México en enero, es una forma de seguir dándole presentación de lo que va a ser ‘Viajero Frecuente’ que espero traerlo a Montevideo antes que termine el año”.
NO FUE “VIAJERO FRECUENTE”
Precisamente, esa fue la sorpresa. Aunque el productor en Uruguay de la gira había anunciado claramente que la presentación era “Viajero Frecuente” y que traería la escenografía que recuerda el área de pre embarque de un aeropuerto internacional, finalmente eso no ocurrió. Y el anuncio, quizás sin saber lo prometido, lo hizo el propio Montaner ante la prensa acreditada.
El show lo abrió, empero con “Voy a vivir la vida”, que sí está incluido en “Viajero Frecuente”. Y continuó con “Convénceme”, del mismo disco. “A dónde va el amor”, “El poder de tu amor”, “La paloma y el jilguero”, “Será”, “Ay amor” y “Sólo con un beso”, fueron los temas que siguieron en el recital, dentro precisamente del apartado de canciones románticas.
Subió el ritmo luego con “Vamos negro pa’ la conga”, “Cachita” y “Soy feliz”, lo que permitió el lucimiento de su eficaz orquesta (dos guitarras, bajo, batería, tumbadoras, dos teclados, saxo y dos coristas).
Pero tanto él como el público estaban allí reunidos --por designio divino o por lo que fuera-- para cantar y para escuchar canciones de amor. Así siguieron “Pensando en volver”, “Bésame”, “La canción que necesito” (del nuevo disco), “Tan enamorados”, “Déjame llorar” y “Me va a extrañar” que con mágicos arpegios de los músicos, fue el final programado del show.
Pero nadie se movió un milímetro. El grito de “otra, otra” no cesó hasta que --tras cambiar por tercera vez de vestuario-- Ricardo Montaner volvió para cantar un trozo de “La gloria de Dios”, que en el disco “Viajero Frecuente” canta a dúo con su hija Evaluna.
“‘La gloria de Dios’, una canción que escribí hace como seis años”, había contado en la conferencia de prensa. “Se la escribí a una cantante cristiana portorriqueña --Noemí-- a la que le produje un disco y le escribí cuatro canciones”. “Un día estábamos sentados en la terraza con Marlene (su esposa) y ella me dijo que debería grabar una canción donde le des gracias a Dios, y me dijo que esa canción era ‘La gloria de Dios’. Me dijo que la hiciera a dúo con Evaluna. Me pareció genial. Fue un proceso hermosísimo la experiencia de llevar a mi hija por primera vez a un estudio de grabación profesional. Una experiencia muy bonita. Evaluna está muy feliz con el resultado y ya se animó a decir que quiere hacer hacer su primer disco”.
Mientras desde la cima del escenario caían fuegos artificiales y desde la base eran lanzados papeles de colores, llegó “La cima del cielo”, el último tema que cantó Ricardo Montaner antes que la orquesta incorporara los acordes de “Hey Jude”, donde otra vez la orquesta se lució, mientras el cantante saludaba, recogía las muestras de afecto y abandonaba el escenario, con la mano en alto y los dedos índice y medio formando la “V”. “Cantar te causa emoción; no puede causarte miedo”, había dicho en su encuentro con los periodistas. Se lo vio emocionado. Se lo vio feliz, disfrutando del canto y haciendo lo complejo fácil. Un hombre creyente, que en sus canciones también recuerda al Creador, porque en realidad Dios es amor. Y el amor (en sus múltiples expresiones) es la base de la composición de Ricardo Montaner. Un hombre que quizás no esté en la cima del cielo, pero que con su voz sabe hacer trepar hasta allí a su público. Donde el cuento no puede acabar. Allá, donde el prójimo es responsabilidad de cada uno de nosotros. Ni más, ni menos. E.J.S.
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